DragRupturas
Jhosep Fernandez, drag performer.
Nunca me ha gustado llamar mucho la atención, sentirme el centro. Esto del drag es algo que siempre he guardado para mí y los espacios en los que me siento seguro, nunca sabes qué esperar de gente que no conoces en una ciudad históricamente marcada por su intolerancia hacia la diversidad.
Acaban de leer al pseudo drag performer Jhosep Bolívar Fernández. Hace tres años descubrió en el arte performático un camino de autorreconocimiento, a través de las manifestaciones de nuevas estéticas que rompen con esquemas convencionales desde la tradición heteronormativa.
Aunque en la ciudad la escena drag es casi inexistente, este joven ha desarrollado esto que denomina su hobbie o prácticas, como una manifestación sincera que desata una visión de mundo disonante y disruptiva.
Lo drag en el mundo se desarrolla entre los años 70 y 80 en New York. En la escena nocturna, los grupos denominados Queer desarrollaban su estética en espacios seguros para la población LGBTIQ+ a través de maquillajes y puestas en escena capaces de escandalizar mentalidades prehistóricas. Esta manifestación abiertamente política deja entrever el rechazo a la idea homogeneizadora, al tiempo que subvierte los valores estéticos de la apariencia física “natural”.
Ver las fotos de Jhosep en las que se performatiza, es mirar con la mente y los ojos enloquecidos, una obra de arte. Es observar la extrapolación de lo raro (Queer traduce esto literalmente) a una nueva expresión que lleva consigo, toda la rebeldía y las luchas sexogenéricas por las que ha atravesado el movimiento desde sus inicios hasta hoy.
Definirse como drag, sería arbitrario en una ciudad donde hasta ahora la escena no existe. Hasta el momento, apenas está emergiendo desde lo fotográfico y las producciones estéticas, más no desde la puesta en escena.
Cuando empecé a estudiarlo me di cuenta que el drag es jugar con la idea social que se tiene de género. Bajo la teoría queer que se ha estado desarrollando de los 90 para acá es entender la postura de género como una construcción social en la que estamos biologizados en una noción binaria. Es inherentemente político, pues se deconstruye las narrativas y predisposiciones de lo que creemos natural.
En este mundo de nuevas estéticas y exploraciones, lo queer o drag aparece como una falla, pues esto es a su vez algo abiertamente torcido. Tan torcido es, que no encaja dentro del sistema de valores del capitalismo domesticador ni dentro de las concepciones del mundo canónico o decimonónico. Es por esto que la apropiación de un término inicialmente despectivo como el catalizador de una nueva expresión de género, tiene, per se, una valía de proporciones gigantescas.
Este giro que apunta a las reivindicaciones, lejos está de ser una caricatura o un disfraz exótico que se viraliza a través de Instagram como una simple producción de contenido. Esta expresión de género es en definitiva, una señal de protesta y rechazo continuo a la idea categorizadora, a esa idea de universalidad genérica que determina lo que las personas son en una etiqueta irrestricta.
En la escena pública de la ciudad esta idea de lo drag no es muy bien recibida. Aún así poco me importa pues no espero la aprobación de nadie. Yo reconozco y soy consciente de mi lugar de privilegio. La universidad y la academia han sido un escenario en el que he podido desarrollar mi propuesta sin temor a ser víctima de los crímenes de odio.
A la gente en Cartagena (en términos generales) no les parece ni suena esta idea, pues desde la perspectiva religiosa el sesgo permanece. Jhosep prefiere no arriesgarse. El ha sido testigo de cómo otras personas que han trabajado esto de lo drag, han sido degradados públicamente.
Dónde me siento seguro, lo presento. Esta es una práctica artística y estética que desarrolló en espacios que yo llamo privilegiados, donde cuento con apoyo y respaldo. Aunque no me considero artista aún, sí me llama la atención la idea de que más personas reconozcan que es una alternativa viable y sustentable en el tiempo.