La sed de María La Baja

Solo 72 kilómetros de distancia separan a Maria La Baja de Cartagena. Este municipio fundado el 8 de diciembre de 1535 tiene una población estimada de 50 mil habitantes y es conocido por ser el hogar de cantadoras de bullerengue de la talla de Etelvina Maldonado y Ceferina Banquez. 

Las condiciones geo-topográficas de este municipio ubicado en las estribaciones de los Montes de María son ideales para el ejercicio de la agricultura y la ganadería. De hecho, estas actividades económicas han estado ligadas a la idiosincrasia de esta comunidad desde que en los años 60 se iniciará la construcción del Distrito de Riego de Maria La Baja, a través del cual se proyectaba a esta población como la despensa agrícola del Departamento de Bolívar y de la Costa Atlántica.

Hace 22 años, hacia los inicios del nuevo milenio, la próspera dinámica socioeconómica de esta región bendecida por la naturaleza se vino a pique. La llegada de la violencia paramilitar y los subsecuentes brotes de violencia, fueron la razón principal.

Paradójicamente, mientras los grupos paramilitares desplazaban contra su voluntad a más de 4 mil personas que habitaban de la subregión de los Montes de María y perpetraban crímenes atroces en poblaciones como El Salado, Mampuján y Maria La Baja, un nuevo cultivo, el de la palma, florecía extendiéndose rápidamente por las llanuras fértiles que en épocas anteriores, eran sembradas por productores de arroz y pancoger.   

Así pues, lo que se conoce hoy como la poderosa industria palmicultora, se fortaleció en medio de un ambiente marcado por violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. 

La palma que se roba el agua en Maria La Baja, Foto por José Ignacio Estupiñan

Todas las historias tienen un personaje estelar

La vida del empresario cesarense, Carlos Murgas Guerrero, quien entre 1992 y 1999 ocupó cargos públicos en los gobiernos Gaviria (1990-1994) y Pastrana (1998-2002), ha estado ligada al negocio de la palma.

Según el portal web Rutas del Conflicto, Murgas, lleva más de 40 años dominando esta industria. Su participación en la consolidación del distrito de riego de Maria La Baja y la conformación de grupos empresariales para la explotación comercial de cultivos de palma en Departamentos como Bolívar, Cesar y Norte de Santander, han sido algunas de sus acciones para promover un cultivo que según ​​un estudio realizado por la investigadora Sara Mingorría, en Valle de Polochic, Guatemala,  “elimina la capa orgánica del suelo demandando una gran cantidad de nutrientes y agua”. 

El distrito de riego

Esta obra de infraestructura agropecuaria fue construida en los años sesenta con el fin de potencializar los cultivos de la zona y crear lineamientos claros para la irrigación del agua. 

Sin embargo, en la década de los noventa el distrito cayó en abandono. Lo anterior debido a que los cultivos tradicionales como el arroz, el ñame y la yuca, debilitados por el tratado de apertura económica firmado por Virgilio Barco, habían dejado de ser rentables. Esto, sumado a la violencia paramilitar que azotó la región durante más de una década, dejó el distrito de riego en ruinas.

No obstante, de la noche a la mañana la situación comenzó a mejorar con la inyección económica de 8.346 millones de pesos para su rehabilitación y reapertura. Lo anterior, se dio en el marco de un estudio para identificar alternativas productivas en el Distrito de Riego de Maria La Baja con el apoyo del Fondo de Desarrollo Integrado, promovido abiertamente por el entonces Ministro de Agricultura del gobierno Pastrana, Carlos Murgas Guerrero, quien posteriormente se convirtió en gerente de la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego de Marialabaja (USOMARÍA).

María La Baja tiene sed

Para el caso de Maria La Baja, la agroindustria de la palma, se vendió como la gran apuesta a la apertura económica que mejoraría la calidad de vida de sus habitantes.

A casi 30 años de la llegada de la palma apalancada por grandes grupos económicos y políticos del país, las consecuencias sociales y ambientales como la crisis en el acceso, uso y la calidad del agua, son evidentes.

La llegada de este próspero negocio, impactó de inmediato el distrito de riego de la región y otros afluentes como Ciénaga de Marialabaja y Matuya, y el conjunto de arroyos, canales, represas y ciénagas, que abarcan San José del Playón, Arroyo Grande, Flamenco, León, Colú y Munguía.

El resultado de esas nuevas relaciones económicas y de poder sobre el distrito, dio como resultado que este quedará articulado con el cluster económico de la palma de aceite, relegando así a quienes le apostaban a formas de agricultura diferentes al monocultivo.

La demanda de agua para el cultivo de palma crece año tras año. De acuerdo con USOMARÍA, empresa encargada de operar el distrito de riego, por hectárea puede haber alrededor de 120 plantaciones de palma de aceite; cada una requiere 5.000 m3 de agua por trimestre para el lavado de los “corozos” de la palma y para  su riego. 

“Corozos” de palma africana. Foto por: Jose Ignacio Estupiñan

Mientras tanto, pobladores del casco urbano y rural de este municipio se ven privados del líquido vital. Lo que les impide realizar labores tan sencillas como cocinar, beber o atender las plantaciones tradicionales que garantizan la seguridad alimentaria de cientos de familias.

Esta dificultad fue evidenciada por el documental “El Campo tiene sed” del Colectivo de Comunicación Rural de CDS en el año 2016. En él, se puede ver cómo la población de las zonas más lejanas debe recorrer grandes distancias para poder llegar hasta las mangueras comunitarias con las que recolectan agua debido al encerramiento de los espacios comunes que antes se usaban para surtir, y que han sido usurpados por los palmicultores. A esta problemática, se suma que solo el 50% de la población tiene acueducto. Este servicio solo se presta durante 14 horas al día.

Índice de Riesgo de la Calidad del Agua para el municipio de Maria La Baja es del 57,62%. Una cifra alarmante que empuja a la población hacia una encrucijada deshumanizante: consumir el agua o morir de sed. Para que el agua sea apta para consumo humano, debe tener un índice minímo del 5.1%

A los problemas sociales que acarrea que las fuentes que estaban al servicio de la comunidad ahora sean utilizados en su mayoría para la industria palmicultora, se le suma que los sistemas primarios de agua están siendo contaminados con agrotóxicos y herbicidas.

Ausencias. Foto por: Jose Ignacio Estupiñan

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