Necoclí, dos mundos bajo el mismo sol

Histórica y culturalmente los municipios de Turbo, Necoclí y Arboletes han sido reconocidos por los habitantes colombianos como lugares ideales para vacacionar, especialmente por los pobladores paisas, pues son estos destinos los que ofrecen al interior de su departamento mar, playa, sol, cerveza, fiesta y parlantes con vallenato a todo volumen. 

Hoy no sólo representan descanso y libertad. Desde 2021, con la llegada masiva de migrantes haitianos y africanos, estos municipios, especialmente Turbo y Necoclí, empezaron a significar zozobra y miedo. Y no es que una sensación haya terminado con la llegada del otro. A julio del 2023, mes en el que fue escrito este reportaje, pude evidenciar cómo Necoclí representa dos mundos opuestos al mismo tiempo, solo depende de la parte de playa en donde estés, el día, la hora y cuánto dinero llevas en tu bolsillo. 

Los migrantes se ubican en un puerto reconocido como Katamaran. Desde allí y hasta un puente vehicular muy estrecho que atraviesa un caño, que pasa fácilmente desapercibido, se ubican cientos de familias, en su mayoría venezolanas, que llegan cada día a Necoclí en busca de comprar un tiquete en lancha que los lleve a Acandí o Capurgana. Todo esto para dar inicio a la travesía infernal de atravesar la selva del Darién, una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. 

Una vez se cruza el puente vehicular que es compartido por vehículos y transeúntes en ambos sentidos, inicia la playa para los turistas. En este costado, las carpas se pueden usar siempre y cuando haya consumo de bebidas o comidas. 

Los rostros, las emociones y las prioridades cambian entre los dos sectores de la playa. 

Esta es la dinámica entre lunes y viernes, de 6 de la mañana a 7 de la noche. Para las horas y días que están fuera de la franja horaria señalada, el panorama tiene otros matices.

Durante los sábados y los domingos, el sector de la playa donde los migrantes suelen armar sus carpas “temporales”, que pueden resultar sus hogares por varios meses, son reemplazadas por mesas, sillas, cervezas, comida y música durante la mayor parte del día y noche. “Es como si los desaparecieran, como si tuvieran que limpiar la ciudad para ofrecer turismo los fines de semana”, afirma el compañero con el cual hice el recorrido por Necoclí. Mientras los migrantes buscan nuevos espacios para pasar las noches en los fines de semana, los turistas siguen llegando para disfrutar de la oferta turística a la que le apuesta Jorge Tobón, alcalde de Necoclí.

Dicho esto, son pocas las agencias que atienden el día sábado y nulas las del día domingo.

Entre semana, los migrantes reciben a través de Samaritan 's Purse desayuno y cena, hacia el mediodía, un grupo de hermanas católicas ofrecen 200 almuerzos. Para el fin de semana, sólo se dispone de un refrigerio entregado por las hermanas. 

Para servicios como agua potable, luz y algún método para poder cocinar los alimentos, los migrantes se la rebuscan: gracias al trabajo realizado por la Cruz Roja, en la calle paralela a la playa, se encuentra un tanque azul con tres llaves blancas que sirve, no solo para recolectar agua potable, sino cómo improvisadas duchas que usan los migrantes. 

La luz no es una preocupación, pues solo requieren de ella algunos migrantes que aún tienen celulares, muchos de ellos han perdido este aparato tecnológico que representa su única forma de contacto con la familia, ya sea por hurto o venta. Los pocos que tienen celular, han identificado tiendas o casas que les permiten cargarlos esporádicamente. 

Son muy pocos los migrantes que logran preparar algún alimento tanto entre semana como fines de semana, quienes lo pueden hacer es porque acuden a trabajos informales como venta de alimentos en la calle, atender algún puesto comercial en la playa o pedir dinero. Luego, estas pocas familias hacen una recolección por núcleo y algunas veces con otras familias, así compran una libra de arroz, otras veces una libra de pasta, o el alimento más económico y rendidor que esté en el mercado. Posteriormente preparan una fogata con madera del monte de Necoclí, un trabajo de búsqueda que deben realizar durante el día  caminando largas distancias. 

La educación es nula. Organizaciones como World Vision y algunas iglesias locales ofrecen a las niñas, niños y adolescentes espacios seguros para que ellas y ellos puedan adquirir un refrigerio, jugar, estudiar, pero, sobre todo, tener unas horas en la que las niñas y los niños migrantes estén a salvo de los diversos riesgos de la playa. A estos espacios se vinculan algunos padres o cuidadores, pues ellos también suelen recibir atención y asesoría. 

Frente a temas de protección y seguridad el municipio vive una extraña calma, no son frecuentes los hurtos o conflictos, incluso el consumo de sustancias alucinógenas no es notorio. Que no sea frecuente, no quiere decir que no suceda. Muchos de los migrantes con los que conversé, me manifestaron que uno de sus mayores miedos al acampar en la playa era ser víctimas de robos, pues en horas de la noche o cuando ellos deciden bañarse en el mar, algunos han perdido sus pocas pertenencias como ropa, maletas y carpas. 

Juan, uno de los migrantes con los que conversé, también manifestó que el miedo se hace presente en las noches porque por voz a voz, llegan noticias de que la vida de los migrantes puede correr peligros. Frecuentemente, una amenaza que en Colombia es conocida como “limpieza social”, se hace presente. 

Control total 

El grupo paramilitar Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan de Golfo, como lo reconoce el gobierno, tiene control de todo el Golfo de Urabá y esto se percibe tanto en la economía legal como ilegal del municipio. 

Dalia, a quien llamaremos así por razones de seguridad, es propietaria de un comercio. Ella reconoce que mes a mes realiza el pago de las llamadas “vacunas” a cambio de tener seguridad en su negocio. Paralelamente, los turistas que gastan su dinero en diferentes comercios en Necoclí, desconocen cómo es que cada una de sus compras termina influyendo en una cadena de control territorial. 

The Washington Post afirma en su reporte El grupo narcotraficante más poderoso de Colombia que busca negociar la paz’, que las AGC son una estructura con control territorial, que “en las comunidades rurales desempeña el papel de la Policía y los jueces, resolviendo disputas entre los lugareños (…) las AGC patrocinan fiestas comunitarias para el Día de la Madre, eventos familiares en la escuela y traen juguetes para todos los niños en Navidad”. 

El portal Verdad Abierta también reconoció en su artículo ‘Los Gaitanistas un pulpo que creció en las narices del Estado’, que Antioquia, Chocó y Córdoba son los departamentos donde las AGC están más consolidados. Asimismo, la agencia del Ministerio Público manifestó en su informe que el grupo armado ilegal dirige su actuar a la conservación del control, apelando a “la regulación de la vida cotidiana de las comunidades, la arrogación de funciones del Estado al tramitar conflictos de carácter interpersonal y comunitario y la suplantación de los mecanismos de justicia”. 

Los negocios ilegales también son controlados por las AGC. El centro de pensamiento InSight Crime afirma que han sucedido capturas en Panamá que reflejan cómo las AGC subcontrataron grupos locales encargados de recibir y almacenar grandes cantidades de droga provenientes de Colombia. “Esto demuestra la capacidad del grupo de expandir sus franquicias y coincide con el hecho de que las AGC controlan el tráfico de drogas y tráfico de personas en la frontera colombo panameña”. 

Además, todo este monopolio de control de las AGC ofrecen diversas rutas migratorias: “hay vías mucho más seguras y costosas para llegar a Panamá. Una de ellas sale del aeropuerto de Medellín hasta la ciudad portuaria de Buenaventura, donde los migrantes viajan en un buque carguero hasta Panamá. Otra los lleva en avión hasta San Andrés y Providencia, islas colombianas en el mar Caribe, desde donde van en barco hasta Panamá o Nicaragua”, afirma InSight Crime

El control no es solo en Urabá, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz denunció a comienzos del año 2020 que las AGC tienen control de las áreas del Urabá, Bajo Atrato y Medio Atrato, especialmente en los municipios de Necoclí, Turbo, Apartadó, Chigorodó, Mutatá, Dabeiba, Belén de Bajirá, Carmen del Darién, Riosucio, Frontino, Urrao y Bojayá. 

Por último, el control de las AGC se logra percibir en la carretera que conduce de Apartadó a Necoclí, solo basta estar atento a las casas y señales de tránsito que suelen verse con grafitis de las iniciales del grupo armado.  

Niñez migrante

Al contexto crítico de control de las AGC y la difícil situación de la migración en las playas de Necoclí se suma un hecho al que la organización humanitaria World Vision ha venido haciendo seguimiento: los casos de niñez migrante no acompañada. 

Según el informe ‘La Esperanza de Un Futuro Más Allá de las Fronteras’ de World Vision: “entre el 2019 y el 2022, ingresaron a Proceso Administrativo de Restablecimiento de Derechos 767 niñas, niños y adolescentes no acompañados y 1460 por falta absoluta o temporal de responsables, en ambos casos la niñez se identificaba como no acompañada. (ICBF, 2022)”. 

Entre las razones que ha identificado la ONG para que se presenten estos casos de niñez no acompañada, está el hecho de que ellas y ellos se consideran como un músculo financiero importante para las familias y deciden emprender el camino con la esperanza de enviar dinero a Venezuela. 

World Vision también denuncia en su informe ‘Población en situación de migración en el municipio de Necoclí’ de agosto del 2022, que la protección de la niñez está en “riesgos de explotación laboral y sexual (actores armados), extorsión, abuso e intimidación. Esto se asocia a situaciones de separación familiar por vacíos locales que impiden la identificación y activación de la ruta de atención para niños y niñas separados y no acompañados”.

En Necoclí, la organización humanitaria ha logrado identificar más de 10 casos de niñez no acompañada en lo corrido del año 2023. A ellas y ellos, se les brinda un acompañamiento, asesoramiento y servicio de transporte humanitario hasta su ciudad de origen o ciudad en la que esperan formalizarse. 

Juan, el migrante que fue previamente citado, hace 4 años salió de Venezuela cuando tenía tan solo 13 años. Al comienzo de la ruta, él migró junto a su mamá, pero una vez llegaron a Bucaramanga, su hermano sufrió un accidente que obligó a su mamá a regresar a su país natal. Ante esta situación, Juan le manifestó a su mamá los deseos de continuar buscando estabilidad económica en otra parte que no fuera Venezuela. Así pasó por Arauca, Villavicencio y Bogotá. En total duró 3 años en estas ciudades pasando situaciones de peligro pero también de oportunidades económicas a pesar de ser un niño.  

“Yo recuerdo que en Villavicencio fue la primera vez que tuve que dormir en la calle, fue duro porque era la primera vez, sin embargo ya conocía un poco la dinámica porque el que es mochilero sabe hacerlo”, afirma Juan. 

En la ciudad de Villavicencio logró trabajar como ayudante de cocina. Con este ingreso compró dos máquinas de corte de cabello para hombre y viajó a Arauca en busca de un trabajo que le permitiera desarrollar su habilidad cómo peluquero. Allí duró dos años y con el dinero que reunía pagaba el día a día, ahorraba y lograba enviar algo de dinero a su mamá en Venezuela. 

Juan reconoció que se dejó convencer por unas “amistades” y decidió vender sus pocas pertenencias, gastar sus ahorros y emprender un viaje a Necoclí, todo esto con el gran objetivo de lograr llegar a Estados Unidos.

Cuando Juan llegó al municipio de Antioquia, supo que la situación no iba a ser fácil. El poco recurso económico que traía lo gastó muy rápido y quedó sin oportunidad de pagar el $1’200.000 que le pedían para poder subirse a una lancha que lo dejará en Acandí y lo acompañarán por la selva del Darién en busca de Panamá. Sus amigos, quienes lo convencieron, sí llevaban más dinero y compraron incluso un “paquete” más costoso, que los llevaban hasta Capurganá. 

Juan ya estaba cansado y desilusionado, por esto aceptó el transporte humanitario ofrecido por World Vision y se dispone a regresar a Bogotá, una ciudad donde no ha vivido pero reconoce porque su papá desde hace muchos años vive allí. Juan espera hospedarse por un tiempo con su papá, buscar trabajo e intentar conseguir dinero para volver a tener sus máquinas y ahí sí regresar a Venezuela.

“Yo sé que la cosa sigue dura en Venezuela, pero aunque la situación esté difícil, es mi tierra y estoy en lo mío (…) yo ya no regresó por acá y si alguien me pregunta, le diría que ni lo intente, que venir acá es muy jodido”, aseveró Juan.  

Contexto

Esta crisis tuvo su primer auge en el año 2021 cuando 133.000 personas, en su mayoría haitianos y africanos, hicieron la travesía por el Tapón del Darién, de acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Para el año 2022, el Servicio Nacional de Migración de Panamá registró más de 150.000 migrantes, la mayoría de ellos venezolanos que provenían de países como Perú, Chile, Argentina, Ecuador o la misma Colombia, los primeros países latinoamericanos en los que la crisis migratoria venezolana se refugió. 

Durante el 2023, el Gobierno de Panamá ha enfatizado que a su país llegan migrantes que logran atravesar la selva con nacionalidad venezolana y de otras partes del mundo. Según el Reporte de Movimientos Migratorios con fecha de mayo del 2023, se han recibido 199,444 migrantes con nacionalidades asiáticas. En Necoclí es frecuente ver entre las calles y en las filas para comprar tiquetes de lancha, grupos de 4 y hasta 8 personas con rasgos orientales. 

La atención nacional e internacional que ha recibido el Tapón del Darién suele estar más presente en las diversas y frecuentes denuncias de violación de derechos humanos que afrontan los migrantes en la selva. Sin embargo, la situación en la playa de Necoclí también debe recibir atención, pues es allí donde se pueden tomar decisiones y acciones para evitar violencias y pérdida de vidas.  

Por otra parte, la política de paz que intenta firmar el gobierno de Petro con diversos grupos armados ilegales a nivel nacional debe considerar el fenómeno de la migración. 

El reporte de La Liga Contra El Silencio, llamado ‘Migrantes venezolanos en Colombia, un viaje al conflicto y el crimen organizado’, recoge las palabras dadas por la representante de Acnur, la francesa Mireille Girard, quien reconoció  que los venezolanos sufren de violaciones dentro del contexto del conflicto interno en Colombia: “Pueden encontrarse doblemente afectados como víctimas de desplazamiento forzado a través de las fronteras y al interior de Colombia. Es importante que sean reconocidos como víctimas del conflicto interno y que puedan acceder a medidas de reparación como otras personas internamente desplazadas”.

En conversaciones con migrantes venezolanos recogí testimonios sobre cómo algunos amigos o conocidos han sido reclutados por los grupos armados ilegales. De esta forma, los migrantes encuentran un camino para adquirir dinero y los paramilitares, guerrillas y grupos de delincuencia común hacen crecer sus filas. 

Pocas personas toman la decisión y tienen el coraje de Juan para dar vuelta y volver a intentar una estabilidad económica y mejores condiciones de vida en ciudades de Latinoamérica. Gran parte de los migrantes siguen aferrados a la idea de llegar a Estados Unidos pesé a los riesgos (que en su mayoría desconocen) de cruzar la selva del Darién. Pero los migrantes antes de cruzar, siguen con la disposición de quedarse meses y meses en situación de playa en el municipio de Necoclí, esperando que por fin, alguien de la familia o algún amigo o amiga les logré enviar dinero, o que ellos mismos consigan los métodos para pagar a los coyotes el paso al Darién. 

Mientras el recurso económico llega a las familias migrantes de Necoclí, ellos deberán seguir buscando soluciones a las primeras necesidades de noche tranquila y digna, alimento, hidratación, seguridad, protección y estudio para las niñas y niños migrantes.  Paralelamente, las AGC seguirán enriqueciéndose de la necesidad de la migración y ejerciendo control territorial no solo en Necoclí, sino en toda la ruta migrante que atraviesa Colombia. Y paradójicamente, la misma arena y el mismo mar que es el “hogar de paso” de migrantes, seguirá siendo un destino turístico al interior del país. 

Ante esta situación, los actores sociales, entidades estatales y organizaciones humanitarias, tienen una responsabilidad de largo aliento y que urge de una respuesta. De lo contrario, vidas como las de Juan no siempre podrán intervenirse para proteger su integridad y ante la fachada turística que se activa por algunos sectores y en algunas horas, se seguirán escondiendo los sufrimientos y tratos inhumanos a los que se enfrentan los migrantes en Necoclí. 

La escritora cartagenera Rosmery Armenteros, promociona su más reciente novela “Azabache, crónicas de Antonia”

 
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