Noviembre en Cartagena: ¿Por qué celebramos cómo celebramos?

En Cartagena, pocas cosas son más significativas que la fiesta. La gente de aquí nace y muere en medio de la parranda.

En el marco del listado de fiestas que parecen interminables en esta ciudad calurosa y despreocupada, hay una en particular que se roba todas las miradas año tras año. 

El 11 de noviembre de 1811 en Cartagena se decretó la libertad del yugo español. La gesta estuvo comandada por el “cubano glorioso” Pedro Romero y los lanceros de Getsemaní. 

Hacia 1812, tan solo un año después de la hazaña libertadora, los cartageneros de la época iniciaron las celebraciones en honor a la fecha más importante en la historia de la independencia de Colombia. 

Tras haber soportado el sitio de Pablo Morillo en 1816, razón por la cual esta ciudad es conocida en todo el mundo cómo la Heroica, la fiesta regresaría a una ciudad devastada por el hambre y la muerte.  

“Las fiestas de noviembre o mejor dicho, las Fiestas de Carnavales de Cartagena, nacen como un espíritu de rebelión y libertad en medio de la colonia. Estas fiestas son anticolonialistas, eso no puede perderse de vista”, dice Rafael Escallón Miranda, quien por más de dos décadas se ha dedicado a estudiar el fenómeno de la Champeta y las prácticas populares de la ciudad. 

“La preservación de los fragmentos culturales afro e indígenas permanecían estratégicamente soterradas en las fiestas religiosas cristianas, es por eso que tu ves que el bando o el cabildo se parece mucho a la procesión de la Virgen de la Candelaria, solo que acá hay hombres y mujeres disfrazados de cobras y marimondas, asegura Escallón”

Más allá de las razones y motivos por los que la gente celebra, lo cierto es que Noviembre en Cartagena se ha convertido en sinónimo de locura, alboroto, ebriedad, riñas callejeras, y en algunas ocasiones, muerte. 

La fiesta inicia desde el 1 de noviembre.

Después de la noche de Halloween, el ambiente en la ciudad cambia en un abrir y cerrar de ojos. De repente, grupos pequeños de personas van apareciendo uno a uno en las calles escuchando música en sus carros y soundsystems. Las cervezas van y vienen. La locura apenas comienza. 

Aunque en realidad en la ciudad las fiestas oficialmente inician entre el 5 y 6 de noviembre, a la gente esto poco y nada le importa. Noviembre es la posibilidad que los habitantes de este lugar tienen para purgar sus demonios a través de la fiesta.

El ritual incluye altas dosis de maicena, cervezas heladas, ron barato, pólvora y mucha pero mucha música. 

Llueve agua, harina, maizena, tintes de colores, espuma y en el fondo suena “El buscapie”, clasico musical de la autoría de Hugo Bustillo que en los últimos treinta años se ha convertido en el himno de las fiestas de Cartagena. 

El desorden se apodera de las calles y cada tanto, como es de esperarse en una ciudad con altos índices de pobreza y desigualdad, la inseguridad aumenta. 

Borrachos peleando de esquina en esquina, atracos y desmanes, se han convertido en los últimos años en el pan de cada día de las Fiestas Populares del 11 de Noviembre, como también eran conocidas en antaño

Solo en 2017 murieron 7 personas durante este periodo. Las cifras relacionadas con peleas y casos de violencia intrafamiliar registran un aumento dramático durante estas fechas. 

Pese a esto la gente continúa celebrando. El año pasado debido a las restricciones ocasionadas por la covid-19, tal y como ya había pasado en 1899 con la guerra de los mil días o en 1965 con la explosión de un depósito de dinamita en Getsemaní, la gente se vio obligada a permanecer en silencio.  

Aquellos cabildos, caracterizados por largas procesiones de gente vestida con atuendos míticos y coloridos, ahora se extrañan.

La muestra cultural que caracteriza a esta ciudad unas veces heroica y otras tantas cobarde, encuentra durante estas fiestas, el espacio preciso para interpelar el sufrimiento aún en medio de las peores circunstancias.   

Porque sí, la gente en Cartagena al final celebra para olvidar el dolor. Para dejar atrás la miseria del pasado. Para transformar los azotes y  grilletes en danzas y músicas liberadoras. 

Aquellas heridas profundas de la conquista purgadas a través del ritmo de los cuerpos y los sonidos de tambores, permiten que esta gente pueda mirarse al espejo, remendar sus cicatrices y mirar hacia adelante. 

Emilio Cabarcas

Comunicador social y periodista. CEO y Fundador de Cuatro Palabras. Experto en periodismo comunitario y desarrollo de iniciativas de innovación social.

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