Combatir la deforestación a través de prácticas sostenibles: el caso de Agrícola Camelias en Turbaco

La deforestación en el mundo no se detiene. Se estima que el 17% de los bosques secos tropicales ha desaparecido desde 1990, según un estudio publicado por el Centro para la Investigación Forestal Internacional. A este ritmo, estos ecosistemas estratégicos para la vida podrían desaparecer en el 2050.

En el sudeste asiático y algunos países latinoamericanos como Colombia, México y Brasil, la tala indiscriminada de árboles y la desaparición de bosques está relacionada con prácticas industriales a gran escala como la agricultura o la ganadería extensiva, seguidas de la extracción de madera y el desarrollo de proyectos inmobiliarios.

En Colombia se deforestaron 174.103 hectáreas de bosque en el año 2021, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Esta escandalosa cifra equivale a destruir Central Park más de 500 veces. Las regiones con mayores afectaciones incluyen departamentos como Caquetá, Guaviare, Meta, Antioquia, Putumayo, Chocó, Santander y Bolívar.

Silenciosa y progresiva, así es la deforestación que arrasa con la riqueza milenaria de estos ecosistemas estratégicos. En Turbaco, Bolívar, un municipio ubicado a 15 minutos de la turística y mundialmente conocida ciudad de Cartagena de Indias, el panorama del bosque seco tropical es alarmante. 

En este mítico municipio existían 20.198 hectáreas de bosque seco tropical a cierre del año 2020. Sin embargo, en los últimos años ha aumentado la pérdida de biodiversidad. Los proyectos inmobiliarios sin control y la continua apertura de canteras son las principales causas.

Las copas de los arboles se asoman en el bosque seco tropical de Turbaco. Foto por: Emilio Cabarcas

El verde característico de esta comunidad ha ido perdiendo su color para dar paso a la escala gris y monocromática de las construcciones modernas. El resultado de esto ha sido un aumento gradual de la temperatura, según lo confirman algunos de sus habitantes, y frecuentes inundaciones durante la temporada de lluvias.

Afortunadamente, en medio de la crisis, aún quedan personas e iniciativas que trabajan para defender, a capa y espada, el tesoro milenario que yace en este territorio donde indios Yurbacos como Catacapa, supieron dejarlo todo, hasta la vida, durante la arremetida española.    

Agrícola Camelias, la primera línea de defensa contra la deforestación del bosque seco tropical en Turbaco

A sólo diez minutos del casco urbano de Turbaco se encuentra Agrícola Camelias, una hacienda familiar de varias generaciones que ha trabajado la tierra desde hace más de cuarenta años. Desde el 2021, Rafael Camacho y su padre, luchan para convertir a este lugar en un referente del turismo de naturaleza en Bolívar y Colombia.

Rafael Camacho, padre e hijo. Foto por: Emilio Cabarcas

Más de 35 hectáreas de bosque seco tropical conforman este oasis que alberga especies endémicas y en vía de extinción. En este lugar todo huele y sabe a naturaleza. El verde intenso hace parte del paisaje. Trinan aves, zumban abejas, cacarean gallinas, la gente sonríe. Hay vida.  

Rafael, quien está por cumplir 40 años, parece un niño que no pierde la capacidad de asombro ante un paisaje que para él se ha convertido en habitual. Mientras hablamos, me pide de repente que haga silencio. Quiere que escuche el canto de las Amazilias, una de las muchas especies de aves que pueden avistarse en Camelias. 

Colibríes, guacharacas, azulejos, cabezas de rubí, esmeraldas pico rojo, saltarines coludos, y la especie endémica forpus spengueli o periquito aliturqués, engrosan la lista de aves que cientos de turistas extranjeros y connacionales, registran con sus cámaras y binoculares semana a semana.

Periquito aliturqués en Agrícola Camelias. Foto por: Rafael Camacho

Además de ser sitio predilecto para pajareros, aquí se promueven procesos agropecuarios sostenibles con gallinas de oro, apicultura, permacultura y la reforestación del bosque seco tropical a través de la siembra de árboles cómo cedro, matarratón, guácimo, ciruela, campano, entre otros.

En compensación de la huella de carbono, cada uno de sus visitantes siembra un árbol. Durante ese proceso Rafael explica la importancia de la flora para la conservación de las abejas y cómo estas polinizadoras por excelencia, son indispensables para el ciclo de vida natural.  

En este vivero se cultivan plantas y arboles que luego son sembrados para reforestar el bosque seco tropical. Foto por: Emilio Cabarcas

“La educación es crucial para que lo que hacemos tenga sentido. Si los niños aprenden en las escuelas a proteger las aves, sabrán que es importante proteger el bosque. En ese mismo sentido entenderán que no deben arrojar basuras en la vera del camino o en fuentes hidricas. En consecuencia valorarán la tierra y comprenderán que pueden generar procesos sostenibles y hasta sembrar su propio alimento. Todo está interconectado, es cíclico”, agrega.   

El incendio que pudo ser peor

Aunque parezca, en este trabajo arriesgado, no todo es color de rosa. En Colombia ser líder ambiental, defender la tierra o impulsar proyectos de conservación natural, se paga caro. A corte de 2022 más de 700 defensores ambientales fueron asesinados desde la firma del acuerdo de paz entre el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, de acuerdo con el Instituto para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ).

Rafael, su padre y todo el equipo que trabaja en este proyecto, saben bien que escogieron el camino más difícil. “Nosotros podríamos lotear y vender tierra como han hecho muchos aquí en Turbaco, lavarnos las manos y dejar que todo esto se pierda. Sin embargo, estamos comprometidos con esta tarea, este es el legado que queremos dejarle a las futuras generaciones”, asegura Rafael Camacho (padre).  

Hace algunos meses, inescrupulosos provocaron un incendio en Camelias que arrasó con cerca de dos hectáreas de bosque seco tropical. 

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“Eran las siete de la noche cuando nos llamaron diciendo que habían incendiado una parte de Camelias entre la vía a Platanito y el proyecto de lotes campestres Colinas de Cañaveral. Aunque el incendio duró un poco más de dos horas, afortunadamente contamos con  el apoyo del cuerpo de bomberos, sin ellos hoy el lamento sería aún mayor. Los daños habrían sido irreparables”, asegura Camacho.  

De aquel episodio ya han pasado varios meses. Sin embargo, aún quedan múltiples dudas en el aire. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué va a pasar ahora? Son algunas de las preguntas que al día de hoy no han sido respondidas por las autoridades competentes. 

Camelias, un sueño que no se marchita

A pesar de los incendios, la contaminación ambiental provocada por proyectos campestres y la contaminación sonora que se produce durante los bailes de picós que suelen realizarse en la zona, Rafael y su gente no se rinden. “Nosotros confiamos en lo que hacemos, creemos que este es el camino”, enfatiza. 

En lugar de retroceder o atemorizarse ante la amenaza que se cierne sobre este territorio, ellos continúan trabajando incansablemente para que el verde característico de su tierra permanezca en el devenir del tiempo.

Mientras vamos caminando por uno de los senderos hacia la ubicación de un nido de guacharacas, Rafael hace una señal de silencio con su puño derecho. Desde entonces procuramos ralentizar nuestros pasos para evitar ahuyentar a la madre que empolla sus crías en el corazón dormido de un grupo de pastizales. Nada evitó su partida. – Nojoda se fue, la próxima vez le tomamos la foto. Todo terminó en un mar inusitado de risas.

Agrícola Camelias y sus senderos. Foto por: Emilio Cabarcas

Emilio Cabarcas

Comunicador social y periodista. CEO y Fundador de Cuatro Palabras. Experto en periodismo comunitario y desarrollo de iniciativas de innovación social.

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