“El ego no puede cohabitar con el oficio de escritor”: Lucía López Coll

El 28 de enero del 2023, Leonardo Padura participó en dos eventos del Hay Festival. A las doce del medio día estuvo en un íntimo club de lectura dirigido por Margarita Valencia, donde el autor de “Personas decentes” fue dueño de cada respuesta y de las manifestaciones de gratitud y afecto. 

En el micrófono de aquella tarde quedaron tantas huellas registradas que si estas fueran evidencia clave para que Mario Conde resolviera un homicidio, más de uno habría quedado bajo observación policial. 

Lucia, su esposa, estaba en primera fila, al lado de una buena amiga cubana que ahora es un poco más cartagenera. La también escritora sonreía, siempre con gracia, atenta, como si fuera la primera vez que escuchaba a su marido hablar de sus obras. 

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Leonardo Padura y Lucía López Coll. Foto por: Cortesia del blog Las mil notas y una nota

En una pequeña bolsa de cartón guardaba la camiseta que el escritor usaría en el segundo y último evento, un conversatorio en el gran auditorio Getsemaní, dirigido por el periodista español Juan Diego Quesada. 

Entraron por la puerta principal del Centro de Convenciones a las 11:30 de la mañana, también a las 2:40 y a las 3:50 de la tarde. A su paso, algunos volteaban y murmuraban: ”ese es Padura”, otros saludaban desde lejos “¿cómo está, maestro? Los más osados se acercaban solo para caminar junto a ellos hasta donde los organizadores se lo permitieran. 

Ante la multitud de preguntas sobre qué pasó con Adela y Lucia, nunca se molestó, nunca dijo: ¿habrá un lugar solo para esperar? Ella sonreía y preguntaba si tendría una escarapela para acompañarlo siempre.

El maestro de las letras duró una hora firmando libros. Con una sonrisa cálida conversaba con cada lector. A un lado, estaba ella, el polo a tierra del escritor, novelista, periodista, pelotero que generaciones enteras leen, bueno, a él y a Mario Conde. 

De repente, un hombre que esperaba pacientemente su turno por una fotografía le preguntó a la compañera de aventuras de Leonardo, si al maestro no le molestaba tal invasión al espacio personal, pues hasta besos y abrazos respetuosos recibió. 

- ¿Por qué? – preguntó Lucia sosteniendo una bolsa de tela llena de libros que le habían regalado a su marido –. Estos son los espacios para que él conozca y se relacione con quienes lo leen. Es parte de su trabajo. El ego no puede cohabitar en este oficio. Lo que sí es invasión a nuestra intimidad o privacidad es cuando llegan a nuestra casa por una foto o porque quieren conocer a Padura, y él está ejercitándose, escribiendo, fumando o tomando café. 

Regresó su mirada al escritor, observó al novelista secándose el sudor de su frente, se cercioró de que todo estuviera bien, y se sentó en el mueble a unos escasos metros, a esperar dulcemente que Leonardo Padura terminará. 

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