La novela policiaca como vehículo para entender la realidad cubana: una entrevista con Leonardo Padura

Estuvo en Cartagena hace un par de meses, donde participó, como en los últimos años, del Hay Festival. Aprovechando la ocasión, Leonardo Padura Fuentes nos recibió en el lobby del Centro de Convenciones donde ese mismo día conversaría sobre su nuevo libro.

El autor, considerado uno de los más prolíficos de la literatura cubana, cuenta con catorce novelas a sus espaldas, cuatro de ellas clasificables como históricas.

Durante nuestra entrevista, Padura confesó que en todas las ocasiones que ha comenzado una novela se ha preguntado cómo hilar la historia sin alterar su obra y ha llegado a la conclusión de que solo escribiendo es posible encontrar las respuestas que necesita cada creador para hallar y seguir un camino propio en la literatura.

Padura, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, ha destacado por sus novelas de género policial, donde ha utilizado frecuentemente como personaje al detective Mario Conde. En su última novela, "Personas decentes", editada por Tusquets, vuelve a retomar al personaje.

En esta obra, el ya conocido personaje Mario Conde, ya retirado de la policía, pero ayudando a investigar el crimen de Reynaldo Quevedo, un antiguo funcionario del régimen castrista cuya función era ejercer la censura en el mundo de la cultura. Además, narra la historia de Arturo Saborit, un joven teniente de la policía que en 1910 debe resolver dos cruentos asesinatos a prostitutas en La Habana.

La obra sumerge al lector en un mundo paralelo apasionante y lo guía por un laberinto por el que la curiosidad lo empujará a avanzar, pero del que no querrá salir. Padura y Conde, ambos cubanos, curiosos y "palabreros", escriben una novela exuberante, barroca en el lenguaje y en la cantidad de sucesos. Entre los dos, logran crear un universo construido solo con palabras que el lector no querrá abandonar.

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Leonardo Padura: Foto por: Jose Ignacio Estupiñan Martínez

¿Cómo describiría su proceso de escritura con relación a su última novela y qué papel juega el personaje de Conde en su obra y en su comprensión de la realidad cubana?

Escribir mi novela fue una tarea complicada, ya que tuve que tomar decisiones importantes en cuanto al lenguaje y estructura que debía utilizar. En este caso, utilicé una narración en primera persona, lo que implica un profundo análisis de la psicología de mi personaje, Saborit. A pesar de ello, fue una experiencia satisfactoria y enriquecedora, ya que pude concentrarme plenamente durante los primeros siete u ocho meses de trabajo, debido a la pandemia que estábamos atravesando.

Esta novela me permitió reafirmar que el personaje de Conde está presente en mi ser. Compartimos varias aficiones, como la pasión por los libros y la escritura, la afición al béisbol, el gusto por la belleza y la voluptuosidad, y el amor por los perros. Además, pertenecemos a la misma generación. Sin embargo, lo más importante es que Conde no solo es una cuestión de gustos o preferencias, sino que me ayuda a comprender la realidad cubana y a plasmarla en mi obra. Siempre me esfuerzo por hacer una crónica de la Cuba contemporánea, aunque tenga que remontarme al pasado para hacerlo.

¿Cuál es el propósito ético de su última novela "Personas decentes" y cómo define usted a una persona de estas características?

Es una historia en la que ocurren muchas indecencias y por eso destacan determinados personajes. En ese contexto, en esa trama que se narra, que ocurre, por una parte, en los años 1999 y después en el 2016. La novela está protagonizada en el centro de la historia con el personaje mío de Mario Conde, que ya aparece por novena vez en una novela, y cuando siempre ha sido un hombre decente que necesitaba desde el principio ser decente para poder juzgar a los indecentes. Y yo creo que aquí más bien que hablar, es darle voz a los ninguneados, es permitir que los decentes puedan calificar a los indecentes. Creo que eso sería el propósito ético de la novela.

La novela inicia con el asesinato de Reynaldo Quevedo. Un censor que ejercía represión sobre artistas durante los años 70. ¿Cómo fue para usted vivir en esa época en la que se cometían actos de represión contra artistas y escritores?

Conde lo dijo, en ciertos momentos algunas personas estaban viviendo en el infierno, mientras que otras no tenían conciencia de lo que estaba sucediendo. En aquel tiempo, muchas personas fueron marginadas, incluyendo a intelectuales, escritores, cineastas, músicos y actores cubanos, y esto sucedió con poca difusión. Al final de la década, comencé a enterarme de que esto había sucedido a través de conversaciones con algunas de las personas que sufrieron este proceso de marginación en esos años. Empecé a entender cómo lo asumieron, lo difícil que era, ya que era una condena sin fecha de vencimiento, que podía durar toda la vida. Para algunos, como José Lezama Lima o Virgilio Piñera, la marginación los acompañó hasta la muerte en los años 70.

¿Cree que el personaje de Mario Conde, a pesar de su necesidad de actuar en ocasiones fuera de la legalidad, sigue siendo una persona ética y decente? ¿Cree que su personaje se contradice en ocasiones?

Pudiera ser, cuando vive en una realidad muy específica, que es la realidad cubana, en la que los límites de lo legal y lo ilegal a veces se borran. No es posible vivir siempre dentro de lo legal y tienes que pasar a lo ilegal para poder sobrevivir. Cuando tiene que pasar esa frontera hacia un lado y hacia el otro constantemente, no por eso su solidez ética disminuye. Y cuando hace investigaciones policiales. Cuando en realidad más que intentar encontrar asesinos, lo que hace es intentar encontrar verdades. Y en esa búsqueda de verdades, a veces tiene que forzar la realidad hasta cierto punto para poder llegar a ese objetivo mayor que es un objetivo decente. 

Hablar de uno mismo así es muy difícil. Yo soy un escritor que he creado este personaje. He vivido toda mi vida de mi trabajo, primero como periodista, ahora como escritor. Mi vida en la relación con la realidad económica ha sido siempre muy limpia respecto a la realidad social, nunca he dedicado mi trabajo a atacar a otros. He denunciado, he podido criticar, pero no atacar, y mucho menos en el plano individual y en mis condiciones, como escritor y como persona. Hay veces que hay verdades que uno siente y que no puede o no debe expresar, porque sí. Creo que hay algo muy importante. Yo que soy un defensor absoluto del derecho y la libertad de pensamiento y de expresión, creo que hay límites a esas libertades. Y son límites que están justamente en ese territorio, que hemos hablado del territorio ético, porque yo tengo derecho a expresar lo que yo pienso, y decir, o escribirlo incluso, pero no tengo derecho a utilizar esa posibilidad para agredir a otros.

Sobre todo, en territorios como la condición sexual de las personas, la condición religiosa, la pertenencia nacional, étnica o racial. Creo que son elementos en los que no tengo derecho a ser agresivo con los otros, porque no son condiciones que tengan que ver con un comportamiento ético, sino con la humanidad de esas personas. Y eso creo que es el límite. Mi libertad termina donde empieza la tuya y creo que, si la libertad y la tuya se combinan, somos más libres. 

¿Es posible mantener la decencia en la realidad cubana de hoy?

Es bastante complicado. No siempre se puede definir la decencia en términos de lo legal o ilegal, porque en Cuba hay acciones que pueden ser ilegales, pero no indecentes, y también hay acciones que pueden tener cierta legalidad pero ser indecentes. En la realidad cubana, es raro que las personas no participen de alguna manera en el mercado negro, que incluso puede surgir de actos de robo, pero es la única forma de conseguir algo tan simple como una bolsa de cemento para arreglar el techo de tu casa. Las dificultades obligan a sobrepasar algunas regulaciones y comportamientos, pero eso no significa que la persona pierda su decencia por violar esos preceptos.

¿Cuál es la relación entre tu obra y la realidad cubana? ¿En qué medida es realidad y en qué medida es ficción?

La política es una realidad de la que no podemos escapar. Vivimos en sociedades políticas. Y Conde piensa algo con lo cual yo estoy muy de acuerdo, que de política vale la pena hablar con los amigos, porque también son opiniones. Él juzga determinadas actitudes políticas que afectan al resto de la sociedad. Y ahí es donde él tiene juicios que pueden ser bastante ácidos con respecto a las realidades políticas que se han vivido en Cuba. No de observación de la realidad. Yo creo que, para mi fortuna, una realidad como la cubana, que es tan dramática, pues crea muchas situaciones que son factibles después de manejar a nivel estético para crear una obra artística. Y ahí están los personajes como actores de esa realidad tan peculiar como es la cubana. 

¿Cómo creas tus personajes?

En el caso de un personaje como Mario Conde, que aparece en varias novelas, ya tiene una psicología, tiene una manera de entender el mundo que yo conozco muy bien, pero he tenido que crear otros muchos personajes a partir de observaciones o de investigaciones. Es el caso, por ejemplo, el personaje de Propio, en El hombre que amaba los perros, o el caso de Ramón Mercader, que son dos personajes muy importantes en mí, en mi literatura, pero que son en su creación completamente diferentes. Trotski es un hombre que prácticamente estaba biografiado cada día de su vida. Tenía escrito una autobiografía que termina en el año 1929, donde yo empiezo la novela y a partir de ahí me voy basando en las biografías escritas sobre Trotski y sobre sus documentos y cartas, discursos, y voy construyendo el personaje. En el caso de Ramón Mercader, la construcción es una construcción mucho más literaria, porque existía muy poca información sobre Ramón Mercader y a partir de la información que existía, pues bueno, fui dándole.

Tenía como un esqueleto y ese esqueleto tenía que empezar a ponerle músculo, tenía que empezar a ponerle piel, tenía que ponerle boca, ojos, orejas, esto, lo otro, y ponerlo a ver, a hablar y a oír. Entonces es un proceso de creación diferente al de Trotsky, que hablaba de algo. Y para hablar de algo yo simplemente buscaba un texto escrito por Trotsky en esa época y encontraba las palabras de Trotsky y solamente tenía que transcribirlas a un sistema más narrativo. Y con Mercader todo fue pura creación. Creo que cada personaje te exige una manera propia de creación y elaboración para que funcione en el contexto dramático de la novela.

¿Investigar sobre los hechos reales te inspira o por el contrario, te inspiras y luego investigas?

La novela y la inspiración son dos elementos que no se llevan muy bien. Porque la inspiración es algo que puede llegar en un momento y funcionar en un momento, y la novela es un proceso que puede demorar, como en El hombre que amaba a los perros, que escribí durante cinco años. No puedes estar cinco años inspirado. La novela es una carrera de larga distancia en la que tienes que administrar tus tiempos, tus energías, tu constancia, tu disciplina, y hace que sea diferente el método. En mi caso, a partir de una idea, y esto es algo muy, muy misterioso, ¿de dónde salen las ideas para escribir novelas?, si necesita investigación, pues empiezo a hacer la investigación, que generalmente lo hago. Y si es una historia contemporánea de la cual conozco bastante, pues sobre todo lo que hago es que empiezo a definir los personajes. Hago una lista de los personajes, empiezo a contarles una historia individual, un pasado, que a veces no aparece, pero es muy importante saber.

Es importante saber si, por ejemplo, el niño que fue ese personaje fue violentado por sus padres o por otras personas, porque tal vez, ya adulto, él está dando una respuesta a esta violencia que él mismo sufrió. Y eso entonces te hace entender mejor cómo él actúa violentamente. La investigación me permite conocer al personaje todo lo que pueda conocer. Y a partir de ahí empieza ya la creación novelesca. Yo, a diferencia de un ensayista o de un historiador, no tengo que ser rígido. No todos los ensayistas e historiadores tienen la misma actitud ética, pero yo creo que lo que debe hacer es ser fiel al documento, respetar el documento. Yo tengo que ser fiel al espíritu del documento, del proceso histórico del momento, no a los acontecimientos específicos que ocurrieron. Y muchas veces altero determinados acontecimientos en función de un discurso que es distinto en el historiador o el ensayista que en el novelista. Yo tengo que hacer un discurso dramático y ellos tienen que hacer un discurso reflexivo.

Entonces, yo tengo mucha más libertad a la hora de elaborar esos personajes. 

¿Crees que tu trabajo ha ayudado a revalorizar el género policial?

Creo que, en el pasado, la novela policiaca recibió críticas negativas como género literario, ya que algunos en la academia y la crítica consideraban que era elitista. Sin embargo, creo que el género tiene suficiente flexibilidad para permitir la creación de buena literatura, y todo depende del enfoque que uno tenga. En mi caso, siempre he tratado de hacer la mejor literatura posible a través de la novela policiaca, la cual me permite explorar los aspectos más oscuros de la realidad y hacer un análisis social. Aunque mi última novela es quizás la más policiaca de todas, también contiene elementos de crítica social, indagación filosófica y reflexión existencial dentro de la estructura de una novela policial. Además, en los últimos años, la academia ha comenzado a reconocer la novela policiaca como buena literatura. Por ejemplo, haber ganado el Premio Princesa de Asturias siendo un autor de novelas policiales, después de 15 años sin que ningún escritor de lengua española lo ganara, es un reconocimiento de que la novela policiaca es culturalmente válida.

¿Qué haces ante los bloqueos mentales al momento de escribir? Lo que conocemos como "el síndrome de la hoja en blanco"

Muy fácil, me levanto, voy a la cocina de la casa, enciendo la cafetera, me tomo un café, me fumo un cigarro y me vuelvo a sentar frente a la máquina. No puedo dejarme vencer por los bloqueos. 

¿Cómo describirías tu nivel de exigencia al momento de escribir?

Yo creo que, si el escritor pierde la ambición, debe dejar de escribir. La escritura tiene que ser un reto y cada novela que escribes tienes que retarte con respecto a la anterior, tratar de que sea la mejor novela que eres capaz de escribir en el momento en que la estás escribiendo. Y hay un elemento que es bien importante y que tiene mucho que ver conmigo en este momento. Y es que es muy fácil saber, por ejemplo, cuándo un futbolista está envejeciendo, ya ves que sus reacciones no son iguales, su precisión no es igual. ¿Cuándo envejece un escritor? Pues cuando ya no escribe igual, cuando busca soluciones fáciles, que antes buscó las soluciones difíciles para ser más original, para retarse. Y yo creo que mientras me esté retando, seguiré escribiendo y cuando decida que escribir es fácil, pues dejaré de escribir.

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