‘El tractor’ maneja sin dirección: la voz de una ciudadanía cansada

En el Palacio de la Aduana, la máxima autoridad de Cartagena de Indias, William Dau Chamat, ha dirigido la ciudad a través de redes sociales. A tres años de su gobierno, el mandatario parece continuar en su “idílico” ejercicio político con el que hace más de veinte años ha luchado contra la corrupción. Todo parece indicar que su administración, pasará a la historia con más penas que glorias. 

Evento de posesión de William Dau Chamat. Foto por: José Ignacio Estupiñan

Pero bueno, como diría Eddy Jay, “en este barrio popular la vida sigue”. Gloria Martinez esquiva el calor del mediodía en la terraza de su casa del barrio Lo Amador, mientras se deja llevar por el vaivén constante de su mecedora. Allí aprovecha el tiempo para revisar su cuenta de Facebook bajo la danza interminable del dedo índice. 

De la nada, aparece un video de la Alcaldía de Cartagena…Hola, Soy William Dau, ‘el tractor’, tu alcalde… Gloria escucha y sigue meciéndose. “Corruptos, malandrines son todos”, las declaraciones resuenan por la casa. El tractor, ligero para imponer y repartir calificativos, se despacha una vez más contra los políticos tradicionales de la ciudad.  

Oswaldo Rodríguez, representa al cartagenero cansado de las maquinarias políticas. Desde la comodidad de su hogar expresa que el alcalde no diferencia la delgada línea entre la autoridad y la ligereza. “Utiliza un lenguaje que obedece a su carácter temperamental y emocional, enfrentándose a los demás con su lenguaje conflictivo y olvida deliberadamente artículos, leyes y códigos que regulan el comportamiento de las autoridades en su accionar político.

Aunque la ciudadanía desea que Dau Chamat termine su periodo legal, el mandatario, según Rodríguez, “¡no se cuida la lengua! Le hace daño a Cartagena porque se está arriesgando a una sanción o suspensión y dejar la ciudad acéfala como en administraciones anteriores. Es un irresponsable en ese sentido porque sabe que por esa vía pueden suspenderlo y es como si lo estuviera buscando».

Esta historia de pesares y luchas contra la corrupción se extiende a un lugar rodeado por aguas caribeñas, donde sus habitantes desde hace años suplican ser vistos, escuchados e involucrados en la agenda de gobierno. Se trata de Tierra Bomba, la icónica isla ubicada a solo 10 minutos de Cartagena que se debate día y noche entre la ausencia de servicios públicos básicos, el tráfico de drogas, la contaminación ambiental y una compleja dinámica de explotación sexual comercial en niñas, niños y adolescentes.

Sofia Mantilla, llega al hospital de Bocagrande, saca dos mil pesos del monedero, aunque a veces el pasaje cuesta mil pesos más, coge la lancha y viaja con destino a la isla. Cuando el motor se detiene y el sonido del mar mezclado con la brisa se cuela por sus oídos, la invade la impotencia de saber que las necesidades ignoradas, representan el bienestar básico para la comunidad. 

Nosotros no tenemos servicio de agua potable, tampoco hay alcantarillado, por lo tanto, el ambiente está muy contaminado y los malos olores son frecuentes. Nuestra comunidad no cuenta con un puesto de salud”, asegura Mantilla. Ella es docente, ama a sus niños. Sobre todo, disfruta bailar cuando el horario escolar llega a su fin. “Lastimosamente no puedo hacer más por esta comunidad”, agrega con la mirada enterrada en la arena.  

Gloria, Oswaldo y Sofía, no se conocen. Sin embargo, comparten el amor por la ciudad que los vio nacer, crecer y formarse. Todos esperan algo diferente, pero a la comunidad no la engaña flojo ni, aunque suda’o venga, o al menos eso dice un viejo y conocido refrán que suele escucharse en las calles de “la heroica”. 

En Tierra Bomba, no les sorprende que sólo después del primer año de gobierno el único acercamiento directo fuera la visita de la Secretaria de Educación Distrital, Olga Acosta, con su equipo de trabajo, para tratar los temas referentes al polémico PAE (Plan de Alimentación Escolar), y la implementación de los trabajos para recuperación de la infraestructura de la institución educativa de la isla.

Para ellos, esas visitas con cámara no valen y no las cuentan. Ellos quieren una mejora en su calidad de vida, garantías reales. 

“La escuela se encuentra bastante deteriorada por la salinidad. Siendo sinceros, más presencia ha realizado la Armada Nacional, con sus campañas de ayuda humanitaria. Para nadie es un secreto que Tierra Bomba y las islas vecinas han sentido fuertemente el abandono estatal”, asegura la maestra. 

Gloria no le cree el bendito arrodilla’o de los políticos y gobernantes, ni de nadie que tenga poder, no obstante, sus peticiones para el año restante de gobierno no son descabelladas. “Yo de verdad espero que Dau deje un precedente para que los cartageneros no votemos por los corruptos de siempre. Pero este hombre necesita un jalón de oreja, mira cómo están las calles, están deterioradas, cada día los barrios se inundan más y más con las fuertes lluvias. Yo no sé qué está esperando para empezar a arreglarlas”.

Un futuro interferido

El primer año de gobierno de William Dau fue eclipsado por la llegada inesperada del Covid 19. Para entonces lo único importante era redireccionar las fuerzas para garantizar la salud y la seguridad alimentaria. Sin embargo, lo peor pasó y aún así la pobreza continúa consumiendo día a día a los cartageneros. 

Durante la pandemia fue cercano al pueblo y por lo tanto tenía una alta favorabilidad de la ciudadanía, pero esto pasó y parece que el romance entre Dau y los habitantes de Cartagena, ha desaparecido para siempre. La tasa de criminalidad crece y todo parece indicar que no cesará la horrible noche”, agrega Rodríguez.

Hace tres años la ciudadanía dijo ¡basta, no más corruptos! ¡No más alcaldes que no hacen nada! Dando así la oportunidad a una nueva aspiración política, pero con la ausencia del mandatario en asuntos trascendentales, la comunidad exige a “el tractor” que tome con propiedad el timón del gobierno y enderece el rumbo por el bien de la ciudad. 

La voz de Oswaldo Rodríguez retumba cuando dice que William Dau parece haber estado improvisando durante lo que va de su mandato. “Yo creo que quizás su elección fue una sorpresa para él y no tuvo tiempo de armar un proyecto de gobierno sensato, acorde a las necesidades de Cartagena. Sinceramente, no veo nada diferente en el panorama, con excepción al control que tenían ciertas mafias en los presupuestos distritales, por lo que ahora están mermadas y sufren por eso”.

Un futuro nebuloso

Oswaldo habla con firmeza. El calor de las tres de la tarde se aprecia en las gotas que corren por su frente. Con la seguridad que lo caracteriza deja en claro que Cartagena padece el mismo, o mayor caos que en administraciones pasadas. La movilidad, la pobreza y la inseguridad no dan tregua, aún así el mandatario no aparece ni de asomo y las diferentes instituciones del distrito parecen ruedas sueltas porque la cabeza principal actúa algarete. Todo está descoordinado.

Le cansa hablar de la ciudad, lo percibo en su voz. Un viento de resistencia y perseverancia lo recargan para continuar con nuestra conversación. Su llamado de atención va encaminado a las denuncias sin eficacia y sin veracidad que no originan nada, so pena que lo inhabiliten y expulsen del mapa político. “El alcalde cae en un juego donde se desprestigia y distrae la atención de los objetivos de su administración. Objetivos que al parecer no tiene claros”.

Un futuro en incertidumbre

Los personajes de esta historia llegaron a un acuerdo. Para ellos el futuro de Cartagena es incierto. Sofía asegura que los años venideros serán duros y difíciles, “no hay que ser adivinos para comprender esa verdad”.

Desde su terraza, Gloria seguirá sacando su mecedora todos los medios días después de almorzar, para bajar la comida, esperando ver la Cartagena de sus sueños, donde el gozón no sea por la plata del voto, o porque el hijo de Joche salió de la cárcel.

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