Pájaros de verano: La metáfora de la bonanza marimbera en el Caribe Colombiano
Escena de la película “Pájaros de verano”.
Cuando vi a Jhon Narváez interpretando a Moisés, uno de los personajes principales de Pájaros de Verano, no pude asociar su perfil a otra cosa que no fuera la inmersión de Colombia dentro del mundo del narcotráfico durante los años sesenta y setenta.
Se explica por sí solo el hecho de que después de un año de su estreno, la película siga participando en múltiples festivales alrededor del mundo. Ciro Guerra y Cristina Gallego supieron contar la metáfora del país en el que vivimos: Un país que se ganó su lugar en la cultura de “la bonanza marimbera y la ilegalidad”, como diría Ricardo Chica, basado en el respeto por la palabra y el honor de la familia.
En la huérfana historia de Colombia la marihuana se convirtió en una de las vías para que las regiones apartadas se adaptaran al entonces incipiente mundo moderno, de modo que estos pudieran como nunca antes había sido necesario, sobrevivir en su territorio.
Lo que conocemos hoy en día como capos del narcotráfico, son el resultado de siglos de contrabando en el Caribe colombiano. La película se desarrolla en la década de los setenta y se convierte en una mezcla perfecta entre la mística y la tradición de nuestras comunidades indígenas mezclada con la avaricia y la ambición de la idiosincrasia colombiana.
La honorabilidad de la palabra
La palabra en la etnia wayúu es inviolable; faltar a ella es una afrenta grave y se puede pagar con sangre. Por eso, cuando los giros argumentales manchan de rojo el libreto, Rapayet, el protagonista de la historia, junto con su familia, se ven envueltos en un enfrentamiento entre Pushainas, su clan familiar.
Aníbal y Rapayet, quienes lideran la disputa en bandos opuestos, contornean los hechos entre la realidad y la ficción. Ver la cinta es recordar en la memoria colectiva del Caribe la guerra librada entre los clanes Valdeblánquez y Cárdenas, que se extendió entre 1970 y 1989, y que dejó como saldo más de 200 muertos.
En la ficción: Leónidas, sobrino de Rapayet, ofendió el honor de la primogénita de Aníbal. La realidad, en cambio, maneja dos versiones: por un lado, que un varón de las Cárdenas desvirgó a una Valdeblánquez con la que no quería casarse; mientras que la otra afirma que el hijo de Pacho Cárdenas, José Antonio "Toño" Cárdenas, sostenía relaciones extramatrimoniales con la mujer de Hilario Valdeblanquez.
Los orígenes
La historia narrada en el film no tiene serias diferencias con la real. En agosto de 1970, el asesinato de Hilario a manos de José Antonio fue el detonante para que en La Guajira, Santa Marta y Barranquilla se desatara el episodio más sangriento de la región hasta finales de los ochenta.
Ambas familias nacieron y fueron criadas en Dibulla, al occidente de La Guajira, un paso obligado entre Riohacha y Santa Marta, lugar en el que Carlos Huertas compuso el ‘Cantor de Fonseca’. Los primeros Cárdenas y Valdeblanquez eran primos-hermanos y trabajaban en la Sierra comerciando con hico, panela, chirrinchi y mamarongo.
Los más supersticiosos señalan que los hijos Valdeblanquez fueron maldecidos a raíz del robo de una máscara de oro perteneciente a la etnia togui. Luego se cegaron muchas vidas en una guerra de 19 años que quizás hoy le hubieran dado muchas glorias a la región y no sólo una larga estela de titulares de presa fatídicos, como los de aquella época en la que los medios sugerían en sus narrativas una historia de“Vendetas a la Siciliana”.
Historia de tres ciudades
En sus inicios, Santa Marta figuró como la sede principal de la confrontación: mientras que los Valdeblanquez vivían en el 20 de Julio, en Pescaito –barrio en el que nació Carlos ‘el Pibe’ Valderrama y al que Carlos Vives le compuso una canción–, los Cárdenas vivían por la Carrera 20, frente al parque de Hugo Jota y al lado del cementerio.
Para financiar la guerra partieron del negocio del contrabando, luego –a mediados de los setenta- migraron a la bonanza marimbera. En estos años –sus mejores años- se llegó a decir que diariamente podían bajar mil mulas ‘cargadas’ desde la Sierra. Por las noches apostaban por quién matara a más miembros del otro bando. Para el samario: después de las seis de la tarde no había vida nocturna.
Fue la alcaldesa Doña Anita Sánchez de Ávila quien los expulsó de la ciudad. Separaron sus caminos. Los Cárdenas pasaron a reinar en Riohacha y Santa Marta. Manejaban su dinero por medio de sus primos Ducat y Gómez; a ellos pertenecía Euclides Gómez Ducat, compositor vallenato del que varios festivales portaban su nombre y que le dio vida a ‘Amor Profundo’ en la voz de Rafael Orozco.
Por su parte, los Valdeblanquez aliaron fuerzas con la Brigada de la Policía Metropolitana de Barranquilla. Enrique Coronado, uno de los primos, en una estrategia de seguridad logró ubicar su casa frente al predio de la Brigada. Además, al ser un gran devoto a la Virgen del Carmen, cada año celebraba el 16 de julio en el barrio El Prado la fecha de su santa. Los Hermanos Zuleta lo reafirman al haber sido participes de ello:
Enrique Coronado nos ha mandado una carta
desde Barranquilla pa’ los hermanos Zuleta
el 16 de julio yo voy a hacerle una fiesta
pa’ que vean la Virgen en la sala de mi casa...
Letra de ‘La Virgen del Carmen’ de los Hermanos Zuleta.
Las víctimas
Pero la relación entre las familias y las autoridades fue incluso más estrecha. Estudiosos han llegado a afirmar que comandantes del Ejército, la Policía y el DAS fueron contratados por ambas familias para salvaguardar su seguridad, llegándose a convertir en ‘sicarios’ a su servicio.
La confrontación familiar que solía respetar las vidas de mujeres y niños fue alterada cuando, en el kilómetro 68 de la vía a Ciénaga, fue acribillada a balazos Briceida Parra de Valdeblanquez, esposa de Kiko Valdeblanquez.
El 12 de abril de 1989, El Heraldo informó sobre la muerte de Hugo Nelson Cárdenas Cárdenas, de 13 años, hijo de Antonio Cárdenas Ducat, jefe del clan, quimera pasajera del último hombre Cárdenas. Con el niño murió la disputa, las mujeres –hasta entonces armadas- no pudieron sostenerla, se encontraban velando a sus difuntos, y el apellido Cárdenas fue tachado.
Puede creerse que nuestra historia “es una copia de Scarface o El Padrino”. Sin embargo, el cine como territorio creativo debe liberarse de los vetos culturales que pretenden imponer personas con pensamientos de pseudocinéfilos, para dar rienda suelta a los relatos que componen nuestra historia.
La culpa de nuestra mala fama internacional no es por el cine, es porque seguimos siendo un país de narcotraficantes y ciudadanos con pensamiento narco. Puede ser que el tema de la bonanza sea parte importante de la historia, pero no es lo esencial. El tema está atado a la desintegración de una familia por el poder y el dinero. Y así, en esa misma medida hemos construido un país fragmentado en castas, clanes, mafias, pandillas, bandos, hinchadas, sectas.