Vivarium del Caribe: caminando entre dinosaurios

Cuando Sergio Medrano-Bitar pensó en un espacio de rescate y conservación de la fauna reptil, no imaginó que este se convertiría en el hábitat natural de un centenar de especímenes traídos en busca de refugio. Sin embargo, no vivió lo suficiente para desarrollar sus ideas completamente. Murió en julio de 2018 y dejó responsables a sus pocos hijos de la administración del parque temático Vivarium del Caribe.

Medrano - Bitar, fue un biólogo graduado en la Universidad Nacional de Colombia, que trabajó por más de 25 años estudiando la vida cocodrílica en el país. Representó a Colombia en el Grupo de Especialistas en Cocodrilos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y ocupó el cargo de vicepresidente en la Cocodrile Especialist Group. Sus últimos años los dedicó a la construcción del Vivarium del Caribe.

Este parque se encuentra ubicado a 20 kilómetros de Cartagena, en el corregimiento de Pontezuela, lo que se traduce en 40 minutos por la vía La Cordialidad. En el hay una amplia diversidad de especies anfibias y reptiles, que habitan los humedales, manglares y lagunas del departamento.

Vivarium. Foto por: Jose Estupiñán

Vivarium. Foto por: Jose Estupiñán

El lugar ofrece eco expediciones con enfoque en la evolución, que manejan la educación, la recreación y conservación de estos animales vertebrados como sus tres pilares básicos. Este último se ha fortalecido gracias al programa de repoblamiento interno de reptiles, que determina las especies de gran importancia para su conservación y las estrategias para lograr un impacto en las zonas ribereñas del Magdalena, en donde están disminuyendo.

Explorar sus tres hectáreas se convierte en una aventura fascinante. Su decorativa entrada, con plantas que bordean un gran arco, dan la bienvenida a los visitantes que se interesan por conocerlo. Los guías nos explican que estos animales han sido rescatados y adaptados al lugar, y que en las últimas décadas sus números se han visto reducidos al tener como mayor amenaza la fobia social que arremete contra ellos, es decir, se han constituido como los animales silvestres más agredidos por los seres humanos cuando son encontrados en zonas urbanas, porque causan temor debido a su aspecto jurásico.

Antes de iniciar nos advierten de la importancia de mantener distancia con respecto a los estanques en los que se hallan los reptiles. Luego damos paso a muestras vivas de invertebrados, insectos, arácnidos y peces almacenados en grandes peceras con vidrios reforzados, cuyos árboles genealógicos han habitado la tierra desde el período mesozoico, sobreviviendo a grandes saurópsidos. El camino nos detalla los pasos de su evolución, pasando por el surgimiento de los primeros lagartos, hasta llegar a la historia reciente de los caimanes y cocodrilos del Magdalena -o caimanes aguja-, que en Vivarium están en varias etapas de crecimiento.

A nivel mundial existen 23 especies de cocodrilos. En el país hay un total de 6: 4 de caimanes y dos de cocodrilo. Foto por: Jose Estupiñán

A nivel mundial existen 23 especies de cocodrilos. En el país hay un total de 6: 4 de caimanes y dos de cocodrilo. Foto por: Jose Estupiñán

A escasos centímetros de los aligatóridos  -y con sólo un vidrio de intermediario-, aprendemos sobre ellos: son animales comunes en la fauna colombiana, caracterizados por ser inmóviles y solitarios; algunos poseen venenos que no matan, pero que duelen intensamente; hay hembras que devoran a los machos; peces caníbales que se alimentan de sus propias crías o peces pequeños. En el largo y estrecho pasillo bordeado por vitrinas están los primeros pobladores de un país indígena que todavía no ha sido completamente explorado.

Estos se ubican en la antesala de la obra escultural de Marcos García, un joven de origen Zenú que nació en Arjona, cuyas esculturas en yeso y concreto se exhiben en un pequeño cuarto de madera y retratan seres prehistóricos, con los que los guías ilustran la evolución de los dinosaurios, aves y los actuales reptiles. En este espacio, están exhibidos los cráneos fósiles de antiguos y gigantes cocodrilos, tortugas y serpientes, hechos a partir de resina, fibra de vidrio, yeso, cemento y madera.

Lo educativo rápidamente se convierte en interactivo cuando alimentamos a la variedad de tortugas, caimanes y cocodrilos. Las primeras se encuentran clasificadas por tamaños en hábitats separados: los morrocoyos en su Guardería de Reptiles y las de etapa adulta en la Tierra de Tortugas; la preferencia gastronómica de estas, son las orquídeas.

En cambio, a los caimanes y cocodrilos, carnívoros por naturaleza, tenemos la oportunidad de alimentarlos con carnadas de proteína y colágeno desde un mirador de madera, a cinco metros sobre un lago artificial. Allí conviven más de 120 especímenes de caimanes, que subyacen súbditos del gran cocodrilo del Magdalena.

Sigilo. Por: Jose Estupiñán

Sigilo. Por: Jose Estupiñán

En comparación con sus antecesores, estos reptiles muestran una gran variación en las proporciones de sus mandíbulas, la forma de sus dientes y el tamaño de sus cuerpos, productos de una "especialización anatómica relacionada con su alimentación y su lugar en la pirámide ecológica", me cuenta Catalina Hoyos, una de mis guías. La gran fuerza de su mordedura me estremece; me hace sentir indefensa, débil, propensa al arrastre y a ser devorada. «¡CRACH!» Golpean sus dientes al morder equívocamente a la nada. «¡CRACH!», impactan sus cuerpos con el agua al caer. «¡CRACH!», sobresalen nuevamente los hocicos disputando la presa inerte. Los coletazos son rápidos y las ansias muestran sus afilados dientes.

Temo convertirme en presa del engaño de mis propios nervios; no quiero caer al abismo y nadar en medio de sus verdes escamas. Aferrada a la caña, solo deseo que la pesadilla acabe pronto.  En medio de mi angustia y alborozo siento una mano que toca mi hombro, "no tengas miedo", me susurran. Vuelvo a la realidad.

En parte, mi fascinación por esas viejas criaturas se debe a las leyendas populares con las que crecí: las de figuras macondianas varoniles que por medio de brujería se transformaban en caimanes para raptar a las mujeres que se bañaban en el río Magdalena; el Hombre Caimán, de Plato, Magdalena.

Nuestra tradición cultural, literaria y musical se ha nutrido de seres fantásticos que percibo ante mis ojos. Grandes lagartos de miradas penetrantes, sonrisas pícaras y andares de pasos lentos; zigzagueantes por los brazos de riachuelos y pantanos. Animales de tonos verdosos con manchas negras, olivas o grises opacos, acostumbrados a cazar de noche y reposar en los márgenes de los cuerpos de agua durante el día. Seres bajo cautiverio que optan por modelarle a los visitantes a cambio de aperitivos.

Me llevo la convicción de conocer más a los animales que forman parte de la biodiversidad de nuestra región Caribe. Al finalizar el recorrido, puedo alimentar a patos criollos y chilenos, pisingos y chavarríes en la laguna Humedales del Caribe, así como sostener -con mucha angustia- en mis manos a una cría de caimán aguja y anillarme al cuello a una pitón albina. ¡QUE VAINA TAN LINDA! Nuestra geografía es rica y diversa en fauna, cuidémosla.

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