Instrucciones para pescar ostras sin morir en el intento
Corren los primeros días de enero del 2022. Una casa de salvavidas con aspecto abandonado se roba la atención. La escena transcurre en las playas de Crespo, un exclusivo sector de Cartagena marcado por una arquitectura meticulosa y un silencio perturbado solo por el vaivén infinito del Mar Caribe.
La casita, que presumíamos abandonada, no lo está. En su interior habitan Luis, un pescador artesanal de ostras oriundo de Venezuela, y su pareja. En menos de dos metros cuadrados, hay un colchón, ropa desperdigada y lo que parecen ser utensilios de cocina.
El patio de la casa es una playa monumental con acceso directo al mar donde este pescador se zambulle en busca de ostras.
El protocolo para pescar es simple. Luis agarra un costal, una cava de poliestireno, un cuchillo y se echa a nadar.
Él, asegura que no ve nada cuando se sumerge. No usa caretas ni artilugios estrafalarios para hacer más fácil su misión. Antes de perderse por varios minutos en ese vasto universo que es el mar, Luis almacena todo el aire posible en sus pulmones y actúa por instinto e intuición. “No me preguntes cómo pero yo sé dónde están las ostras. Leo el mar y la corriente, eso es todo”, asegura.
La orilla le ha quedado lejos. Tras 20 minutos de bocanadas hondas y brazadas interminables, nuestro pescador regresa con medio costal lleno de ostras de diversas formas y tamaños.
El sol de las diez es revelador. Luis ha dejado las ostras junto a la arena mientras prepara algunas para compartir conmigo y un grupo de amigos que, al igual que yo, habían quedado atónitos con la pericia de este hombre-pez, qué bien podría ser un pez-hombre.
“Mira esto, el centro se parece a una galaxia”, comenta Luis al tiempo que abre con su cuchillo uno de los moluscos recién capturados y le echa limón y picante al gusto.
Ostras galácticas, Playas de Crespo, Cartagena - Colombia. Foto por: Iván de la Rosa
“Yo he vivido toda mi vida en el mar” prosigue. Todos le escuchamos con absoluta atención. “Lamentablemente por cosas de la vida ahora me toca vivir prácticamente en la calle, pero confío en que pronto mi mujer y yo vamos a estar bien, tengo fe”.
Después de ese encuentro digestivo y revelador, ambos dijimos hasta luego.
Hace una semana, nos reencontramos mientras Luis vendía a un grupo de turistas, las ostras que, según su experiencia, son el secreto de la fertilidad y virilidad masculina.
Ambos reímos. Al verlo no pude evitar sentirme feliz. Parece que a él le pasó lo mismo. Las facciones de su rostro le delataron.
Aquella casita que habitó durante varios meses, hoy por fin ha quedado vacía. “Gracias a Dios me ha ido bien. Las ventas han mejorado bastante. Hace poco me mudé con mi mujer a un cuarto por aquí cerca. Estamos felices” concluyó.
Luis preparando ostras en las playas de Cartagena. Foto por: Iván de la Rosa.