“En Colombia, los actores políticos propiciaron la guerra y el despojo” Jesus Abad Colorado

Es probable que no exista una voz más autorizada en Colombia para hablar de periodismo y paz que Jesus Abad Colorado. Este fotoperiodista paisa de 55 años supo inmortalizar con su lente algunas de las postales de la fratricida guerra colombiana durante más de dos décadas. 

Más allá de retratar el dolor, su trabajo se ha convertido en una memoria histórica que, además de confrontar al país sobre las infames consecuencias del conflicto armado, ha servido para revelar los rostros, luchas y resistencias de millones de colombianos que al día de hoy, siguen creyendo en la paz. 

Ser testigo de la guerra, lo ha convencido de que la única alternativa a la confrontación armada, es el diálogo. Pese a la firma del acuerdo de paz firmado hace ya 6 años por el gobierno del ex presidente Juan Manuel Santos y la otrora guerrilla de las FARC, el país aún continúa construyendo el camino de transición hacia una paz con garantías para la no repetición.  

El pasado 31 de agosto, tras su visita a la ciudad de Cartagena, conversamos con el tres veces ganador del Premio Simón Bolívar sobre la actualidad del proceso de paz, el giro a la izquierda en la política nacional y algunos consejos claves para aquellos que incursionan en el oficio del periodismo. 

Jesus Abad Colorado, Cartagena de Indias, 31 de agosto del 2022. Foto por: Emilio Cabarcas

¿Por qué decidió ser periodista y dedicarse al fotoperiodismo particularmente?

Yo soy el menor de una familia de ocho hijos de un par de campesinos que llegaron en los años 60 desplazados por la violencia a la ciudad de Medellín. En esa época mi papá consiguió trabajo como obrero en la Universidad Nacional de Colombia. Este lugar se convirtió para nosotros en un espacio de aprendizaje esencial. Allí conocí mi primer laboratorio de fotografía. 

En principio me llamó mucho la atención el periodismo. Yo leía las columnas de Héctor Abad Gómez, de Alberto Aguirre, el uno abogado, el otro médico y veía cómo ambos utilizaban las páginas de opinión del periódico El Mundo para escribir sobre lo que estaba sucediendo en Colombia en materia de corrupción y de violación de derechos humanos. 

En ese momento me gustaba un poco la fotografía, pero me gustaba más escribir. Cuando entré a estudiar periodismo en la Universidad de Antioquia, entre 1986 y 1987, el país atravesaba una situación de violencia sin precedentes. Es ahí donde tomé la determinación de querer ser fotoperiodista para contar la historia a través de imágenes. 

En el fondo sabía que la fotografía sería una forma en la que podía dejar una memoria para el país, y eso hice. 

Recuerdo que monté mi primera exposición en la Cámara de Comercio de Medellín en 1991, aún siendo estudiante, y me vinculé al periódico El Colombiano en el año 1992 como practicante. Allí trabajé por nueve años hasta el 2001 y después seguí trabajando independiente hasta el día de hoy. Ya han pasado 21 años desde entonces.

Para mí la fotografía ha significado un ejercicio que me permite contar la historia que le ocurre a muchas personas en un país inmensamente rico como Colombia, habitado por gente bella, y que lamentablemente ha estado marcada, no solo por actores armados violentos, sino por actores políticos que han propiciado la guerra y el despojo en el país.

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¿Cómo puede explicarse el origen de la violencia en Colombia?

Hay quienes solo quieren ver a actores armados, sin embargo, también hay actores del mundo político y del mundo empresarial que han estado interesados en la guerra, porque para ellos esta termina convirtiéndose en un negocio. La guerra siempre va a afectar mayoritariamente, a la gente pobre. 

Son los más humildes los que ponen los hijos para todos los ejércitos. Quienes pierden la vida en un conflicto como el colombiano, son hijos de los campesinos que, además de poner sus hijos para la guerra, ponen la tierra y ponen sus vidas. Y, como si fuera poco, terminan siendo despojados, desplazados y hasta desaparecidos. 

Si la guerra tuviera su epicentro donde viven los hijos de la gente que tiene poder, esta guerra ya se habría solucionado hace mucho tiempo. Nadie con un ápice de sentido común, va a querer que sus hijos se maten en nombre de una ideología política. 

Dicho esto, también podría decirse que el principio de la guerra ha sido la lucha por la tierra. Si revisamos las cifras, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo en materia de distribución de tierras. Aquí muy pocas personas tienen el 80 u 85% de la tierra.

Yo insisto en que no debemos perder de vista que en este conflicto hay muchos intereses. Al final del día, esto  es un negocio para quienes fabrican armas o para quienes aprovechan la guerra para adquirir grandes porciones de tierra  a bajo precio.

¿Además del proceso de paz de La Habana firmado ya hace seis años, que otras alternativas para la construcción de paz ve viable en el país?

Necesitamos solucionar una problemática de más de medio siglo. Aunque para muchos resulte imposible, la guerra no tiene que ser eterna. Lo que nosotros hacemos con los documentos visuales o la palabra, es dejar unos testimonios, hacerlos, construirlos, acompañar a la gente, educar a una nueva generación para que sea capaz de entender quiénes han sido los principales perdedores. Qué entienda que no podemos ser esclavos de este ciclo de barbaries. 

En Colombia, muchas personas han ofrendado sus vidas luchando desde la iglesia, desde la universidad, desde los sindicatos, desde las organizaciones sociales. 

Lastimosamente en el país quien trabaja en favor de los derechos humanos, de la justicia, la equidad, casi siempre es visto como un subversivo, y en ese orden de ideas hay una mala interpretación de la palabra.  

Quién enuncia el término subversivo, a menudo cree que habla de alguien que se levantó en armas, y no, la subversión es el arte de ayudar, de transformar la política, es el arte de buscar el bienestar para las y los otros.

Después de la firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, todos deberíamos estar poniendo un ladrillo para construir esta casa grande y común que es Colombia. Yo creo que todos estamos llamados a trabajar por hacer realidad este proceso de transformación.

¿Cuál es el rol del periodismo frente a la construcción de paz?

El trabajo que hacemos desde el periodismo debe ayudar a la educación de un país que tiene serios problemas alrededor de su cultura política. Para eso la memoria es una herramienta fundamental, porque permite revolcarnos en el pasado y comprender los errores que hemos cometido como sociedad. 

La memoria es un instrumento de navegación para el futuro. Por eso para mí es muy importante que lo que se ha publicado desde la Comisión de la Verdad, abra la posibilidad de trabajar con las nuevas generaciones pensando en el país que queremos.

Ojalá podamos construir algo distinto, donde podamos mirarnos con amor. La paz no se construye con la firma de un documento, la construcción de paz tiene que involucrar a la sociedad completa, y tiene que ser con verdad, tiene que ser con justicia. 

¿Cómo no perder la fe y seguir creyendo en un mejor futuro para el país después de haber registrado más de 20 años de conflicto armado?

En mi caso personal creo que lo que ha mantenido mi fe intacta en Colombia está relacionado con el primer espacio de formación que tuve que fue mi casa, al ser el hijo menor que aprendió de sus padres y hermanos mayores, que había que vivir con esperanza.

Yo siempre enfatizo mucho con mis colegas periodistas y fotoperiodistas que nosotros somos unos privilegiados, porque tenemos acceso a lugares e historias a los que pocos pueden llegar. Todo eso, sumado a los hermosos paisajes que he podido contemplar y las poderosas historias de resiliencia que he podido conocer desde La Guajira hasta el Putumayo, me hacen seguir creyendo que vale la pena seguir colocando ladrillos en nuestra casa común. 

¿Qué consejo le daría a estudiantes de periodismo que están por dar sus primeros pasos en el mejor oficio del mundo?

Como periodistas debemos aprender a mirar con humanidad y decencia a los demás. Nunca debemos mirar a quien nos rodean como si fuera distinto en términos de poder económico, o por el simple hecho de trabajar en un gran medio.

Nuestra mirada tiene que ser horizontal. Es imprescindible entender que más importante que una fotografía o una entrevista, es la vida de la persona que nos abre su corazón para revelarnos una historia, o nos abre el álbum de una casa para compartirnos sus memorias familiares. 

Podríamos hacer muchos planteamientos frente a la forma como se pueden contar las historias, sin embargo, lo realmente importante es que los jóvenes comunicadores, fotógrafos y retratistas, entiendan que no somos más que nadie. Qué tan importante es un fotógrafo de barrio o de pueblo, como importante es el trabajo que yo he podido hacer. Claramente desde el periodismo puede que haya más impacto, pero en una comunidad es igual de  importante el fotógrafo del bautizo, de la primera comunión, del matrimonio o del campeonato de fútbol. Al final del día lo que hacemos, desde distintos ángulos, es tejer la memoria de nuestros territorios.

Emilio Cabarcas

Comunicador social y periodista. CEO y Fundador de Cuatro Palabras. Experto en periodismo comunitario y desarrollo de iniciativas de innovación social.

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