María La Baja, bullerengue y patrimonio

Es 24 de septiembre de 2022. El sopor de las ocho de la mañana nos dio la bienvenida. Salimos desde la terminal de transportes de Cartagena rumbo hacia María La Baja en uno de los habituales buses desvencijados que recorren diariamente, los 66.2 kilómetros que separan a estas dos poblaciones. 

Luego de una hora y media de trayecto, hileras interminables de palmas de aceite se roban la vista del horizonte a nuestro paso por la Cruz del Viso. “Estamos cerca de Maria La Baja”, pienso en una fracción de segundo. En mi mente es imposible no relacionar este monocultivo, con las dinámicas de un territorio que, hasta hace algunos años, vivió la pesadilla del conflicto armado como estrategia para el despojo de tierra en el municipio que supo ser la gran despensa agrícola de los Montes de María. 

Pese a esto, la gente de este pueblo predominantemente afro, siempre ha encontrado en sus manifestaciones culturales, un pretexto para seguir soñando y construyendo nuevas realidades. 

Iglesia de María La Baja. Foto por: Camila Pérez Salas

La banda sonora de Maria La Baja, es el bullerengue. Etelvina Maldonado, Eulalia González, Ceferina Banquéz y Pabla Florez, son algunas de las representes de esta música originaria de los palenques del departamento de Bolívar, que, más allá del canto sublime y el ritmo cadencioso, constituye una forma de vivir y sentir la vida. 

El desconocimiento e invisibilización sistemática de este sonido caribeño, han sido combatidos por gestores culturales, sabedoras, matronas, asociaciones comunitarias y organizaciones sociales que hoy sueñan con hacer de este ritmo, patrimonio inmaterial de Colombia.   

Una apuesta por el buen vivir

La Corporación Buen Vivir, lleva más de 3 años trabajando con agrupaciones musicales y líderes sociales de María La Baja. Su objetivo es apoyar la gestión del desarrollo sostenible de comunidades pluriétnicas, con el fin de generar condiciones de vida digna fundamentados en los principios filosóficos del buen vivir

Con el apoyo de gestores culturales de Maria la baja y la participación de Pabla Flores, hija de la recordada maestra bullerenguera Eulalia Gonzalez (La Yaya), han creado una escuela de formación integral dirigida a niñas y niños con los que trabajan en la salvaguardia de los saberes ancestrales y las manifestaciones culturales de su territorio.  

Inspirados en las reivindicaciones comunitarias y populares, durante este mes han realizado diferentes actividades con el objetivo de visibilizar al bullerengue como patrimonio inmaterial para el mundo. Este 24 de septiembre, en la Fundación Instituto de Educación e Investigación Manuel Zapata Olivella (FUIMZO), desarrollaron un encuentro de sabedoras y sabedores, donde además de conversar sobre la actualidad, futuro, amenazas y oportunidades frente a esta manifestación, llevaron a cabo mesas de trabajo participativas con las que esperan construir los insumos necesarios para presentar ante el Ministerio de Cultura, la solicitud para convertir al bullerengue en patrimonio inmaterial de la nación. 

El legado virtuoso de una maestra 

“Yo conocí el bullerengue desde muy niña a través de mi mamá. Lo aprendí de forma empírica. Cuando ella se desprendía de sus labores del campo, no hacía otra cosa que cantar bullerengue. Lo que cantaba, siempre era sobre lo cotidiano, componía a partir de la vivencia diaria. Para mí el bullerengue es dejar un registro para la historia, es conservar las tradiciones de nuestros ancestros, es un ritual de vida, es salud”, fueron las primeras palabras de Pabla Flores, a quien todos conocen como “La Payi”, durante su intervención en el encuentro de sabedoras.

La sonrisa infranqueable de Flores, contrasta con su capacidad para contar historias. El peso de sus palabras, cosechadas durante décadas de lereos y tonadas, cautiva a grandes y chicos. 

Vestida de pies a cabeza con un atuendo tradicional de bullerengue, La Payi, la última gran cantadora de bullerengue del Caribe colombiano, instruye a los asistentes sobre la esencia de esta manifestación cultural que, según ella, solo es posible vivirla, si se siente en la sangre. 

“Cuando escucho el tambor, pienso diferente. Para mí el bullerengue es nuestra vida, es la expresión más pura de lo que somos” agrega. 

En un breve instante, hay música. “A pilá el arró, lloro yo, a pilá el arró lloro yo”, es Flores quien regala una muestra de su canto virtuoso, mientras los asistentes, en una actitud de coro eclesiástico, responden solemnemente. 

Pabla Flores, La Payi. Foto por: Emilio Cabarcas Luna

Bullerengue pal mundo

Para Pabla, “apoyar el bullerengue es un compromiso social”. La preservación de esta manifestación cultural capaz de visibilizar las dinámicas sociales de la comunidad, sus luchas, resistencias, lamentos, alegrías y tristezas, juega un rol esencial en la vida de los habitantes de esta región montemariana. 

Harlan Rodríguez, sabedor y gestor cultural de Maria la baja, está convencido del papel que juega esta música en la formación de niñas, niños y adolescentes. “Urge que podamos implementar desde nuestra tradición musical, estrategias pedagógicas y metodologías que visibilicen nuestras luchas y resistencias, desde un proceso de educación en valores étnicos y culturales”, concluye.

Durante los próximos días, continuarán los eventos con los que la Corporación Buen Vivir, Icultur, la Universidad de Cartagena, Pal lereo Pabla, entre otras organizaciones, seguirán insistiendo en la necesidad de hacer de esta manifestación, patrimonio cultural de los colombianos.

Emilio Cabarcas

Comunicador social y periodista. CEO y Fundador de Cuatro Palabras. Experto en periodismo comunitario y desarrollo de iniciativas de innovación social.

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