Microhistorias de ciudad: así es extrañar una ruta del transporte público en Cartagena

El 2019 fue un año de duelo para los cartageneros. La buseta que se desplazaba por la ruta Bosque - Crisanto Luque salió de circulación. El dolor de entonces se mezcló con la frustración. Aún hoy, miles de personas esperan un milagro que reduzca su interminable espera en Transcaribe, el más reciente invento del transporte masivo de Cartagena que no termina de arrancar.

Foto por: El Universal

“Yo vi una en Bazurto”; “Yo vi una en la Crisanto Luque. Estaba llena”; “Anda, no sabía que habían regresado”; “Yo tampoco. De pronto les dieron un permiso especial. Espero que regresen porque esa es una ruta central”… Murmuraba la ciudadanía a solo de unos meses de la desaparición de la popular ruta. Sin embargo, el Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT) confirmó la infame noticia: “las busetas Bosque - Crisanto Luque no están autorizadas para transitar en la ciudad”. 

Me resigné. Tuve que conformarme con la ruta X102 de Transcaribe . Una mala imitación de la ruta Bosque - Crisanto Luque que se desvía y deja tirados a los usuarios en el Patio Portal. Antes, solo 2.000 pesos bastaban para que muchos usuarios pudieran llegar hasta la zona de conurbación que divide a Turbaco y Cartagena, a la altura del barrio Villa del Sol. 

Mi celular grita “llevamos 45 minutos esperando”. El estómago anuncia que ya no puede más. Las piernas aseguran que necesitan un descanso. El sudor no da tregua y el sol lo reta. Estoy en la estación La Bodeguita, viendo como el articulado que me llevará a mi casa está aparcado a unos metros con las luces apagadas. Todos nos preguntamos ¿qué pasa, por qué no viene? 

En ese instante, tal vez como un mecanismo de supervivencia que me aplaca los nervios y la impotencia, mi cerebro me transporta a esa época donde era feliz en la buseta Bosque - Crisanto Luque. Entonces confirmé una vez más aquello de que “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Por allá en mayo del 2018, en la esquina del centro comercial Mall Plaza, bajo el inclemente sol y las altas temperaturas del eterno verano cartagenero, esperaba la ruta del pueblo. No había nada más rápido, ni práctico. Menos de cinco minutos fueron suficientes para ser rescatada por ‘Toretto’, quien conducía uno de aquellos rústicos buses. Sacudo la mano esperando ser vista. Guardo el paraguas en el bolso. La felicidad inunda mi cuerpo cuando un brusco frenón me permite entrar al paraíso. 

En esta ruta, los pasajeros nunca parecen estar aburridos. Casi siempre hay alguien que se encarga del entretenimiento. Esa tarde, la entretención estuvo a cargo un grupo de cinco hombres mayores que protagonizaban un debate político sobre quién tenía que ser el futuro presidente de los colombianos. 

Atrapada por la altisonancia del debate, no me percaté del desvío de ‘Toretto’. La idea de un posible e interminable trancón me descompuso por completo. ¿Qué hace la Bosque - Crisanto Luque frente al Caribe Plaza en dirección al corazón del Mercado de Bazurto? Me preguntó tratando de descifrar posibles rutas que me ayudaran a llegar hasta mi destino. 

Sentada al filo de la ventana, pasaron dos horas mientras anhelaba que las ráfagas del viento me ayudarán a combatir las gotas de sudor que caían de mi frente. Todo era culpa de unas escenas para una película que se grababan en la Avenida del Lago. 

El calor y el hambre no daban tregua. Trataba de ignorar al persistente vendedor de agua que se paseaba por el pasillo ofreciendo sus productos a viva voz, pero era imposible.

— Agua, agua… agua, agua, agua… Agua de coco, agua, agua, agua” arengaba el hombre con frenesí. 

Una bolsita de agua. Pidió un pasajero que se ubicaba en los asientos de atrás. 

— Erda, mi hermano, no tengo agua, tengo agüita e’ coco que es mejor. Respondió el vendedor. 

Nojoda, tú no eres ni serio, refunfuñaba uno de los abuelos entre carcajadas.

Pa’ lo mismo que sirve el agua, sirve el agüita e’ coco. No me vengan con vainas. Insistía el vendedor para promocionar su producto con el tumbao’ propio de la gente que vive en Cartagena. Ajá, ¿lo quieres o no? Inquirió una última vez. 

Con esta calor quién te va a decir que no. Respondió el hombre mientras contaba las monedas.

Hoy, cada vez que veo las esquinas por las que solía pasar en los coloridos buses de la extinta ruta, me embarga la tristeza. Abordo de un moderno articulado de Transcaribe, entiendo de una vez por todas que la gloriosa buseta Bosque - Crisanto Luque, no volverá jamás. Ahora tengo que conformarme con el X102, mientras el ventajoso  silencio y la “tranquilidad”, contrastan con la rutina gris donde mueren las historias ambulantes. 

Anterior
Anterior

Recordar al campeón

Siguiente
Siguiente

María La Baja, bullerengue y patrimonio