Dinastia Rodriguez: una familia hecha al son de las maracas

Hace más de 80 años en la ciudad de Cartagena de Indias, en el barrio La Candelaria, empezó a construirse un proyecto de vida llamado “las maracas y los güiros” de la dinastía Rodríguez, dirigida por Pedro Rodríguez Segovia.

Eran las 8:15 de la noche del 4 de diciembre de 2019 en el barrio de Bocagrande. Contiguo al hotel el Dorado Plaza de la ciudad de Cartagena, se escucha el rumor embravecido de totumas y semillas de ajonjolí. En el fondo, ese paisaje de Caribe ensoñador se sacude al ritmo de las maracas de Rodríguez Pautt. 

Al son de la brisa y el mar le acompañan sus hermanos, hijos, sobrinos y allegados a la venta de los tradicionales instrumentos de la música cartagenera: las maracas y los güiros de la familia Rodríguez. 

La belleza de los instrumentos musicales fabricados de manera artesanal en las profundidades de un barrio cartagenero enamora a más de un turista inquieto. Tras comprar suvenires, un turista salido de la multitud de compradores pregunta ¿Cómo se hacen? ¿De qué material están hechas? Preguntas que solo ellos —los ‘maraqueros’ del barrio La Candelaria — pueden responder. 

Para los maraqueros, todo empezó con el sueño del mayor de los Rodríguez, Pedro Rodríguez Nolasco, natural del municipio de Turbaco, Bolívar, quien era artesano de objetos de diversa índole como caimanes, tortugas, bandeja de teca, platos de cañahuate, entre otros objetos representativos de la región.

Movido por las gigantescas filas de turistas que llegaban al puerto marítimo procedentes de España, Estados Unidos y Puerto Rico con el sueño de conocer los sitios turísticos de Cartagena, Rodríguez Nolasco empezó a crear diseños de instrumentos musicales, entre ellos las maracas y los güiros hechos de la fruta del totumo, árbol nativo de la región Caribe colombiana, como una forma de trajinar por el sustento familiar  y mostrar a través del arte hecho a mano, con armonías que nacen del corazón, un pedazo de su vasta cultura y tradiciones. 

Elaboración de maracas, paso a paso

Dicen los expertos que las maracas son un instrumento musical idiófono y de oscilación, constituido por una parte esférica hueca sostenida por un mango que la atraviesa, y en su interior está llena de pequeñas piedrecitas o semillas, los cuales producen un sonido al golpearlos contra la pared interna de esta.

Lo especial de las maracas cartageneras es que están diseñadas y elaboradas del fruto del árbol del totumo; árbol que crece en Centroamérica, en Colombia, Bolivia y Venezuela. Su fruto es escogido para realizar maracas, güiros, totumas y cucharones, además, con el jugo de este se elaboran jarabes de manera artesanal para combatir la gripe. 

En las horas de la mañana o tarde, cuando el sol no calienta demasiado es el momento ideal para escoger el totumo perfecto. Uno, en el punto preciso de maduración. Biche no, porque biche no sirve para poder elaborar la maraca.

El 5 de abril de 1975, Yolanda una de las primeras hijas de Rodríguez Segovia, aprendió este arte mientras veía a su padre puliendo las inmensas frutas del totumo. Ella comenta que ya escogido el totumo se le sacan las frutas de su interior. Acto seguido, estas semillas son jaladas con un gancho hecho de varilla de metal y agua, también diseñado por ellos. 

Ya libre de las semillas, el totumo se pone al sol durante dos minutos. Una vez seco se le quita con un cuchillo bien afilado los residuos verdes de la cáscara del totumo y se lija. Al final de este proceso, se dibujan en la parte superior emblemas de Cartagena como las murallas, palmeras de coco, pescado o corazones; estos son coloreados con un líquido químico de colores variopintos.

El barniz llega al final para darle brillo. Es en este momento cuando se introducen nuevamente un puñado de piedrecitas y un palo de unos 30 cm aproximadamente, se une a la fiesta.

Una tradición que no se detiene

Al fallecer Pedro Rodríguez Nolasco en los años 70, dejó a su dinastía un legado incalculable. Su buen nombre y el oficio de la artesanía de las maracas se convirtieron en una tradición que lleva más de tres generaciones en la familia. 

Es justo en esta época, entre los 70 y los 80, cuando llega la revolución de la música a Cartagena. La salsa, los jíbaros y la champeta criolla hacen de esta ciudad un excelente escenario para la exportación y comercialización de las maracas.

Para entonces los llamados maraqueros además de ser artesanos llegaron a ser comerciantes de estos productos. Gracias a esta tradición, llegaron a tener amigos extranjeros (europeos y norteamericanos) que cada año llegaban con alegría y entusiasmo a principio del mes de diciembre a comprar esta artesanía costeña durante las vacaciones de verano en Colombia.

Para Pedro (peyito), Eliodoro, Manuel y Dilson Rodríguez,  las maracas han sido su única fuente de ingreso desde que tienen memoria. Con la venta de este producto, ellos han sacado adelante a cada uno de sus hogares. 

Desde el 7 de septiembre del año 2000, el comercio de las maracas y otros productos en diferentes sectores de la ciudad se encuentra legalizado y administrado. Pedro Pablo Rodríguez Cardales, comenta que para vender maracas en Cartagena se requiere de un carné y documentación, “no cualquier vendedor puede comercializar sus productos en estos sitios sin permiso y documentación de organización inscrita en las oficinas de patrimonio cultural”, señala. 

El 1 de julio de 2006 la cantante sudafricana Miriam Makeba, llegó a Cartagena de Indias, a participar en la XII edición del festival La Mar de Músicas. Esta legendaria cantante conocida como “Mamá África” mostró con su poderosa voz a los 74 años, cómo se canta con el alma y corazón la música africana. 

En aquella ocasión durante su recorrido por la ciudad, quedó deslumbrada al ver tanta belleza en las manos de David Rodríguez, un joven vendedor de maracas. Makeba sin titubear, se llevó un recuerdo elaborado en el corazón del barrio La Candelaria. 

La sudafricana intérprete de canciones como: “Patapata”, “El Ulises”, “Mbube”, entre otros, manifestó que estas maracas las llevaría a su país como reliquias conseguidas en su estadía en Colombia, país que, entre otras cosas, le abrió las puertas al éxito en Sudamérica. 

¿Qué sucedió con el arte de las maracas en la pandemia del covid-19?

El 10 de marzo de 2020, fue una fecha decisiva para el pueblo cartagenero, la llegada de la Covid-19 a tierras colombianas trajo consigo el cierre de muchos lugares, lo que llevaría a la crisis del sector turístico.

Para Eliodoro Rodríguez lo peor de la pandemia fue el cierre total de los lugares donde ellos comercializaban sus maracas, pues además la falta de apoyo del gobierno para los artesanos y vendedores formales e informales fue evidente; “en la actualidad no contamos con el apoyo del Gobierno para crear microempresas, la puerta de la alcaldía se ha tocado varias veces y no se ha podido abrir para establecer diálogo sobre este tema.  Con la llegada de la pandemia y el cierre de los lugares de trabajo, nosotros como artesanos sufrimos bastante al no tener acceso a esos lugares para vender nuestras maracas”, agregó Eliodoro.

Para la familia Rodríguez, la dinastía siempre va a continuar con este oficio. Este arte se lleva en la sangre, por lo tanto, es muy importante que las nuevas generaciones conozcan cómo se crean y diseñan un par de maracas, y que así este legado, con más de 80 años de existencia en el corazón del barrio La Candelaria, se siga sobreponiendo al tiempo y al ruido ensordecedor del olvido. 

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