El arte de gobernar

Es preciso identificar la definición según el diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra «arte». La RAE señala que “es la actividad humana que tiene como fin la creación de obras culturales. También, podremos decir que es cualquier conjunto de reglas necesarias para desarrollar de forma óptima y creativa una actividad”.

El arte constituye una serie de pensamientos y acciones complejas, diversas y auténticas. Este a su vez imprime un carácter transformador y generador de contextos en las estructuras sociopolíticas. Por lo general lo vemos como aquello que es estéticamente hermoso. Nos quedamos extasiados ante una pintura, una foto, en un teatro, un museo, en un libro o cualquier tipo de creación artística. 

Sin embargo, en algunas ocasiones esa belleza nos parece nula o la dejamos de lado y desde una óptica crítica y detallista, nos sumergimos en el mundo de su creador topándonos con perspectivas multiformes e interrogantes capaces de transformar realidades que adoptan dimensiones que la tecnología y la ciencia no han logrado asumir desde la racionalidad.

Si repetimos el ejercicio de nuestro abordaje inicial, nos encontraremos con que el significado de «gobernar» no es otra cosa que, “el ejercicio político humano y casi artesanal que promueve la creación de alternativas sostenibles, de consensos que beneficien a todos, de garantizar condiciones para el bien común, el favorecimiento de la conciliación y la coexistencia, y la convicción profunda de que cualquier propuesta gubernamental y estatal debe darse en el marco de la separación de poderes, de la libertad de la información y del pluralismo” (Bautista Aleman, 2021).

En ese sentido, un buen gobernante en su capacidad de liderazgo debe cultivar una vocación política de entrega a lo público y a la búsqueda de una justicia más restaurativa; ha de ser un (a) visionario (a) que pueda responder a los problemas antes de que estos surjan; y cuidar con atención la estabilidad afectiva y emocional para generar empatía social en función de un desempeño auténtico en la esfera pública. 

Los programas de gobierno son la herramienta que nos permite conocer el modelo de ciudad y sociedad que aspira a construir cada gobernante. A esto es importante agregarle la capacidad argumentativa, la conexión socioafectiva con la gente, y la trayectoria ética e histórica que lo respalda a él y a su plan de gobierno.

Dependiendo de su ética personal, profesional y la forma de concebir la política, podríamos dividirlos en dos grandes grupos: los que ejercen la política como una empresa colectiva, regulada por la Constitución Nacional, empoderando todos los recursos económicos, educativos, culturales, deportivos, sociales, ambientales, comunicativos, etc., para el bienestar y el desarrollo integral del ciudadano.

Antagónicamente encontramos los que piensan la gestión gubernamental como una empresa para manipular, engañar, robar el erario y someter a las instituciones, atrincherarse en el poder, legislando a beneficio de unos pocos. En este tipo de mentalidad criminal lo que menos cuenta es la gente.

La vocación al servicio, el conocimiento de la gestión pública, el respeto a la Constitución Nacional, la veneración del ser humano y la consagración a la defensa de los Derechos Humanos, Sociales y Políticos son pilares fundamentales para que un gobernante se convierta en todo un artista durante su mandato.

Todo lo que realice un gobernante incidirá en el desarrollo o atraso de su pueblo. Hoy más que nunca cobran vigencia las palabras del caudillo Jorge Eliécer Gaitán: "YO NO SOY UN HOMBRE, SOY UN PUEBLO."

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