Una voz en silencio

Eran las diez de la noche. Todos corrían apresurados por llegar a sus casas y estar seguros dentro de ellas. 

Martha González, quien ha vivido desde ha 56 años en barrio La Candelaria, comenta sobre aquellos días entre 1996 y 1997 que “yo no creí que podía ser cierto, pero había escuchado el rumor de las amenazas y también circulaban panfletos amenazantes que anunciaban la llegada de la mal llamada limpieza social. En ellos se leía que nadie podía estar hasta tarde en la noche, porque el grupo encargado de la “limpieza” estaría pasando por la calle en camioneta o a pie. <<Según el comunicado no podían encontrar a nadie por la calle, porque le daban duro>>, seguía diciendo mi vecina preocupada por su hijo que, por andar de pata e' perro aún llegaba. Yo solo observaba la calle, tornándose cada vez sola y vacía. A medida que pasaban las horas, la incertidumbre era cada vez mayor, muchos aún trabajaban y otros debían salir a rebuscarse como normalmente hacían de forma diaria, pero el olor a miedo y el sudor del temor que demostraban, reflejaba la necesidad de mantenerse oculto sin decir una palabra, todo en silencio”. 

El anterior relato corresponde a una época de violencia y de muerte por a cargo de un grupo de ‘’limpieza’’ que enviaba panfletos con los nombres de personas en la“lista negra”, escritas con el apodo de personas que azotaban a la comunidad por peleas juveniles y pandillas que se formaron en ese entonces.

Martha, temiendo por la seguridad de su familia tuvo que huir hasta el Barrio Nelson Mandela, pero allá también se encontraban estos grupos. Ella temía por sus hijos y su esposo quienes venían del trabajo a veces muy tarde, y en medio de la noche y las horas, solo se escuchaban los disparos que sonaban tan lejos como cerca. 

Nadie podía hablar o comentar al respecto, ni las autoridades daban información sobre los panfletos. Las personas sentían temor de que hubieran infiltrados dentro de la misma comunidad que podían observar el movimiento de todos. Encontrar muertos en lugares públicos en horas de la mañana era impactante para los habitantes de la comunidad.

Desde hace mucho tiempo se ha tratado de cambiar la percepción del barrio y dar una cara distinta de la comunidad para que los jóvenes tuvieran una oportunidad de estudiar y trabajar. Y hoy es algo significativo observar que la juventud se ha formado en diferentes profesiones y han llegado organizaciones de educación, que a través de charlas han mejorado algunas situaciones que rodeaban al barrio La Candelaria, el cual, hoy, ha rescatado valores y la esperanza, a través de grupos de folclor, danzas y teatro, en pro de la educación artística, política y en emprendimiento.

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