Cartagena y sus pelícanos: pasado, presente y futuro de una ciudad llena de contradicciones

En un mundo plagado de nubes, los pelícanos son los habitantes de una ciudad detenida en el tiempo, Cartagena de Indias, que, como ellos, sobreviven y se adaptan a un entorno hostil y cambiante. Son como carroñeros que esperan las sobras de una sociedad injusta y desigual, pero también son cazadores de sueños y oportunidades, que vuelan en bandadas en busca de su presa en las ciénagas. 

Así lo describe Teresita Goyeneche Perezbardi en su ópera prima "La Personalidad de los pelícanos", que relata su experiencia al crecer en Cartagena de Indias durante los años 80 y 90.

Al igual que los pelícanos, los cartageneros son seres flexibles y versátiles, capaces de adaptarse a las circunstancias, pero también de luchar por un cambio, de alzar vuelo hacia la justicia y la igualdad. Sin embargo, a menudo se ven limitados por un entorno corrupto, racista y clasista que los obliga a pelear por sobrevivir en un lugar que les pertenece, pero que les niega su derecho a prosperar.

En medio de un invierno en Nueva York, la nostalgia de su ciudad natal invadió a la autora y la hizo darse cuenta de que la historia de su vida se le escapaba de las manos. Por medio de la crónica en primera persona, Goyeneche hace un paralelo entre la crianza cartagenera y el devenir político de una ciudad colonial, clasista, racista y corrupta desde su fundación.

La autora explica que la experiencia de migrar la obligó a ver con otros ojos la ciudad que dejó atrás y a vivir una nostalgia por lo que sentía que se estaba perdiendo de Cartagena. A pesar de buscar salir del cliché y del romanticismo histórico y turístico con que muchas veces se define la ciudad, Goyeneche también la define como informal, arbitraria y hasta corrupta.

El título del libro, proviene de una analogía planteada por el padre de la autora, quien compara a los pelícanos que esperan las sobras a la entrada del mercado de Bazurto con los habitantes de Cartagena, considerándolos mercenarios arraigados, adaptables a las circunstancias.

En el libro, la autora relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras. Además, conversa sobre cómo crecer entre los años 80 y 90 le dio la posibilidad de reconstruir la ciudad a partir de las concepciones de la vida que fue comprendiendo y de un gobierno local que se ha tambaleado entre las promesas de cambio y la corrupción.

Conversamos con Teresita para comprender su visión sobre esta ciudad y las vivencias que la marcaron para siempre.

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Teresita Goyeneche en entrevista con Cuatro Palabras, en el marco del Hay Festival 2023. Foto por: José Estupiñan

¿Por qué decidiste escribir un libro sobre la historia reciente de Cartagena?

El libro que escribí es una crónica de la historia reciente de Cartagena de los últimos 35 años. El detonante para escribir estos 35 años tiene que ver con la transición que hicimos en 1988 de la democracia representativa a la participativa, cuando empezamos a elegir alcalde por voto popular. Hay varias capas narrativas en el libro. Una de ellas se centra en la historia de las personas que han ocupado el cargo de alcalde en Cartagena desde que empezamos a elegir alcalde. Otra capa es la capa personal, que narra mi experiencia de nacer y crecer en Cartagena, mi infancia y adolescencia en la Cartagena de los años 80 y 90, así como las reflexiones de una mujer joven y adulta en este siglo.

El detonante principal para escribir el libro fue una incomodidad que sentí como cartagenera desde muy niña, probablemente motivada por las conversaciones familiares en casa, donde lo público era el centro de las conversaciones. Estas conversaciones crearon curiosidades y también frustraciones sobre lo que es la ciudad versus lo que uno quisiera que fuera. Crecí en ese ambiente, un contexto en el que mis padres eran muy movilizados y agitadores. Como adulta, encontré en el periodismo un vehículo para explorar las preguntas que tenía sobre la ciudad y el porqué de ciertas cosas. Llevo trabajando en periodismo desde hace unos 12 años y me dedico a escribir sobre temas internacionales.

En los últimos años, he estado puliendo mi pluma como cronista y decidí hacer una maestría en escritura creativa. Quería que los dos años que durara la maestría fueran dedicados a escribir un libro sobre Cartagena. En ese tiempo me di cuenta de que para contar la historia de la ciudad tenía que hacer ejercicios de archivo, de reportería y contar la ciudad que estaba ahí afuera, la ciudad de todos y de nadie. Por estar haciendo la maestría en un lugar distante, con un equipo de trabajo extranjero, me obligaron a encontrar la universalidad de la historia, contar la historia de una forma que todos pudieran leerla, a pesar de no tener ningún interés en saber sobre la historia del Caribe colombiano.

¿Cuál es el enfoque y contenido de su libro y cómo aborda temas como el racismo, la clase y la identidad en la ciudad?

Para narrar esta historia, decidí usar la primera persona y hacer un trabajo muy personal e íntimo. Tomé referentes de otros escritores que habían hecho lo mismo para encontrar desde dónde quería narrar esa primera zona, desde las incomodidades, que son el primer lugar, pero también el origen de esas incomodidades.

Estas preguntas del yo responden a si decimos que Cartagena es una ciudad racista, desde su fundación, de un racismo estructural, ¿cómo ese racismo permea en mí en el yo?, y hay un ejercicio de reflexión en el que yo me pregunto esto y lo respondo a través de una serie de anécdotas, pero también de una serie de datos. Es como un cómo hilar entre lo personal y lo público. También sobre un tema de clase, los temas de identidad. Una ciudad que es 30 % afro tiene una comunidad afro empobrecida, carente de agencia en muchas cosas, que no puede tomar decisiones sobre sus vidas y sus cuerpos.

Y esto pasa por diferentes vectores, la racialización de las personas, un tema de género, un tema de clases, un tema del centro versus la periferia. Y en eso se va el libro. Es un relato histórico de la ciudad de las últimas décadas, pero también está lleno de reflexiones sobre eso que yo considero que es fundamental para entender Cartagena. 

El racismo sigue siendo estructural y también estructurante en tanto que las bases de esa estructura social, la que seguimos habitando constantemente, siguen siendo las mismas que hace unos años. Lo que pasa es que esa estructura tambalea, porque cada vez más esta conversación está presente en varios escenarios, académicos, públicos, sociales. Y yo siento que cada vez más, sobre todo las generaciones más jóvenes, están adoptando estas preguntas para sí mismas y las están incorporando a su vida, a sus estudios, a su trabajo, a su forma de vivir.

¿Cuáles son las condiciones necesarias para mejorar la situación del racismo estructural y estructurante en la ciudad?

Creería definitivamente que a través de repensar el paradigma de la convivencia, de la diversidad, la idea del mestizaje en una ciudad como ésta, que estamos parados en la idea de que “es que aquí todos somos mestizos y entonces aquí en Cartagena no hay racismo”. Hay que reflexionar sobre eso, qué se nos ha dicho una y otra vez, qué tanto de eso es cierto, precisamente en una ciudad tan diversa y, sin embargo, los poderosos, los que toman decisiones por todos, siguen siendo personas que tienen unos perfiles muy específicos, personas que tienen unos contextos muy específicos de privilegio, privilegio de muchos tipos, desde personas blancas hasta personas que vienen con unos capitales, de familias muy tradicionales, con una historia detrás de nosotros que viene desde la colonia, que no pasó hace mucho tiempo. 

Y cómo esas estructuras se mantienen en el tiempo y no se han repensado. Digo que no se han repensado porque... ¿Cómo entraste tú a negociar?, ¿cómo entra a tener una conversación social en una ciudad como Cartagena que nunca para? Aquí Cartagena nunca para, siempre se está pensando en que estamos en una crisis y en medio de la crisis hay un montón de eventos a los que hay que responderles. Desde un festival de cine, un festival literario y de ideas, hasta los cinco o tres paros y protestas que hay al día en la ciudad. Entonces, es una ciudad que de todas maneras necesita detenerse, pensarse, crear los espacios de diálogo, crear espacios en los que se fortalezcan los liderazgos de los más jóvenes.

Yo tengo esperanza en las generaciones más próximas, que vienen detrás de mí, que están pensando la ciudad desde todos esos lugares, que están conversando, que tal vez no son la mayoría, pero cada vez son más. Y personas que tienen interés en tener estas conversaciones. 

Hace diez años, cuando Judith Pinedo era la alcaldesa, se hicieron unos ejercicios en los que había mesas de diálogo entre diferentes sectores, personas de diferentes barrios, de diferentes oficios, que tenían diferentes experiencias, sentadas a pensar la ciudad. Lo que pasa es que nada pasa cuando tú lo haces una sola vez. Estos ejercicios tienen que ser reiterativos, tienen que volverse un tema, una tradición, que sea una costumbre que nos sentemos a pensar la ciudad desde la diversidad. Porque si decimos que somos mestizos, el mestizaje tiene que pasar del paisaje de ciudad y tiene que atravesar también las estructuras de poder. O sea, ese mestizaje también tiene que verse reflejado en las formas como se ejerce el poder en la ciudad.

¿Cómo algunas iniciativas como Imagina Cartagena Lab y Cuatro Palabras pueden contribuir a la construcción de una ciudad más justa y equitativa? ¿Podría la creación colectiva ser una herramienta clave para abordar los problemas de la ciudad y comenzar a construir una comunidad más fuerte y cohesionada?

En el libro está mencionado Imagina Cartagena Lab como uno de los referentes que a mí me parece muy interesante, a los que hay que seguirle la pista, porque incluso el nombre de esta empresa es un título muy estimulante, es IMAGINA, y en la imaginación hay un poder. 

Es justamente lo que nosotros entendemos hoy desde las estructuras sociales, lo que creemos que es una estructura sólida en la que nos movemos, en algún momento fue parte de la imaginación de un grupo de personas. Todas estas cosas son imaginarias. Cuando tú estás hablamos sobre una transición, también hablamos de una transformación. Y esas transiciones no pasan solamente por la política, la economía y cómo se integra el empresariado al Estado o a las iniciativas sociales, sino también son transiciones culturales.

Esas transiciones que lideran ustedes, en el caso de Cartagena, permiten pasar de una forma de hacer las cosas, que está en crisis y que ya no está funcionando, a una nueva forma de hacer las cosas, que todavía no nos imaginamos cómo es. Aún no sabemos qué es lo que puede funcionar en una ciudad como ésta, que tiene unas características muy específicas. Una ciudad portuaria, una ciudad industrial y una ciudad turística. ¿Cuál es el modelo que podría funcionar para que la Cartagena de nosotros sea sostenible, sea vivible, sea sana, sea segura, segura alimentariamente, segura laboralmente, todas estas cosas? El ejercicio de la transición tiene que ser un ejercicio que contenga todo lo técnico, las tecnologías que tengan que venir, políticas sociales, económicas, pero también culturales. 

También está el problema que estas son iniciativas que están regadas por la ciudad y tienen la obligación, de alguna forma, de hablar entre ellas y dialogar, porque el diálogo finalmente también es entre el gremio cultural de una ciudad que sigue estando en conflicto constante.

Vayamos poco a poco repensando la ciudad, resolviendo algunas cosas desde lo más pequeño hasta ir construyendo unas estructuras mucho más fuertes de pensamiento desde esos lugares. 

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