“Hasta que la fuerza nos alcance vamos a trabajar”: María Lucila Viveros, seleccionadora de Suarez, Cauca

Luz Angela Viveros, de 59 años y su hermana María Lucila Viveros de 70 años, son quizás las mujeres de mayor edad adscritas a la Asociación de Mujeres Seleccionadoras y Luchadoras por la Paz (ASOMUSELUPAZ) de Suárez, Cauca.

Sus padres les enseñaron a barequear desde pequeñas. A muy temprana edad, María y Luz ya sabían buscar oro en una batea que su padre les había regalado. En ese entonces aprendieron la técnica para separar el material como si se tratara de un juego.

A los diez años nos enseñaron a trabajar. Ellos barequeaban y nos daban una batea chiquitica y nosotros recogíamos las arenitas que ellos iban dejando a un lado. Supuestamente jugábamos, pero así fuimos aprendiendo,” relata Luz Ángela.

Luz Angela Viveros y María Lucila Viveros. Foto por: Andrés Restrepo

Cuando en 1985 terminó de ser construido el embalse La Salvajina en el municipio de Suárez, se estima que entre 3.000 y 6.000 personas lo perdieron todo; sus tierras y su forma de subsistencia. Todo quedó sepultado por las aguas del río Cauca. Familias que por generaciones vivieron de la agricultura y la búsqueda de oro en el lecho de este río, debieron buscar nuevas fuentes de ingresos.

La vida nos cambió bastante cuando hicieron la represa. Cuando estaba el río Cauca normal, uno cogía sus oritos más rápido, hacía sus procesos y uno recolectaba sus dos o tres gramitos a la semana y los iba a vender; ahora para lograr esa misma cantidad uno dura hasta dos meses, más el proceso en la planta”, comenta Luz Angela.

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Mujeres seleccionadoras: un trabajo digno

Uno de los oficios que nació en ese tiempo fue el de chatarreras, nombre que se les asigna en la región del norte del Cauca a las mujeres que toman el desperdicio de las minas, buscando de roca en roca, pequeños trozos de veta que queda en ellas. El proceso puede tomar entre un mes y medio y dos meses para tener el suficiente material para procesar.

Pedimos permiso a los dueños de los socavones. Les pedimos la carga que botan, la sacamos, le echamos agua y vamos escogiendo; lo que es mina se va sacando a parte y lo que es peña (roca sin veta) se va botando. Así vamos amontonando los poquitos de mina que nos queda”. “Es un trabajo de mucha paciencia”, asegura María Lucila.

Las luchas y resistencias de las mujeres seleccionadoras dinamizan las realidades del territorio. Foto por: Andrés Restrepo

Para las mujeres de ASOMUSELUPAZ, el término chatarreras es despectivo. Cada que escuchan esta palabra, sienten que son menospreciadas y vistas como menos dentro del sector minero. Es por esto que una de las primeras decisiones que tomaron desde su formación, hace unos cinco años, fue cambiar la infame expresión por el de seleccionadoras. Ellas sostienen que realmente seleccionan las rocas y se toman el trabajo de separar los fragmentos de veta del material que las minas botan. Aunque aseguran que es un trabajo duro, este oficio les ha ayudado a salir adelante como madres cabeza de hogar, dando sustento y estudio a sus hijos. Por esto, dicen, no tienen por qué sentirse inferiores en un sector donde predominan los hombres.

A mí la mina me ha dado mucho. Yo no tengo riquezas, pero gracias a Dios mis hijos no se han acostado con hambre, dormimos un sueño sabroso y tenemos este ranchito donde vivir”, comenta María Lucila. “Hasta que la fuerza nos alcance vamos a trabajar, porque nosotras nacimos con esa estrella de la minería y con esa vamos a morir. ¿Cómo vamos a dejar de trabajar? Una sola, los hijos están lejos, si no nos preocupamos por estar bien, nadie lo hace. A uno mismo le toca vestirse, comprarse lo que uno necesita. Mientras que mi Dios nos dé vida y fuerza, vamos a estar allá arriba en la mina”, concluye.

María Lucila Vivero. Foto por: Andres Restrepo

 
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