Villa Rufina, una isla en medio del Atrato

Villa Rufina es un barrio del municipio de Riosucio (Chocó), conformado por cerca de 80 familias afrodescendientes y un total de 480 personas, quienes son víctimas de desplazamiento forzado de las cuencas Salaquí y Truandó desde hace veinticinco años a causa de la operación Génesis, llevada a cabo entre el 24 y el 27 de febrero de 1997 por las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (ACCU).

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Su ubicación geográfica reposa en la orilla del río Atrato. La principal actividad económica de sus habitantes es la extracción maderable y la pesca ocasional. Debido a su ubicación privilegiada y pese a ser un barrio de la cabecera municipal, es entendida por el gobierno local como una comunidad rural.

En la actualidad, este territorio se encuentra en riesgo. Al no ser beneficiaria de las ayudas otorgadas por la administración municipal, no cuenta con escenarios de participación comunitaria, proyectos de inversión social, red hospitalaria, sistema de recolección de basura, puente elevado, entre otros aspectos indispensables para garantizar la vida digna de sus habitantes.

En materia institucional, solo hace presencia en el barrio el Hogar Compartir, una propuesta socio comunitaria de las Hermanas Dominicas de la Presentación, quienes trabajan en este territorio debido a la ausencia rotunda del Estado.

Ellas han puesto al servicio de las comunidades sus conocimientos evangelizadores y formativos a través de programas para niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores.

En Villa Rufina no hay colegios, espacios de recreación, ni fuentes de empleo estables. Adicionalmente, el territorio se encuentra inmerso en las dinámicas del conflicto armado.

Al encontrarse en medio de las cuencas Truandó y Salaquí, este se convierte en un punto estratégico para los actores armados.

Presuntos reclutamientos forzados, confinamiento, explotación sexual y homicidios, son algunos de los riesgos a los que son sometidos sus pobladores.

Caminar por las calles de este barrio, es sentir miedo. Los silencios y las restricciones, imposibilitan el desarrollo comunitario.

Los patrones de violencia que inician desde el control territorial hasta el de la vida, ha generado un proceso de estigmatización hacia la comunidad, por quienes habitan la cabecera municipal y las comunidades aledañas. Palabras y comentarios como: “paracos”, “jóvenes de guerra”, “mujeres prostitutas”, “yo no paso al otro lado porque no salgo”, “allá no crece nada”, entre otros, recrudecen el sentimiento de desesperanza y resquebrajan el tejido social de una comunidad que al día de hoy, sigue de pie.

Los rostros de los niños, mujeres, hombres, jóvenes y ancianos reflejan la tristeza y el miedo. Nadie habla, nadie ve, nadie escucha nada. Las casas tienen ojos, oídos y tacto. En las noches, la angustia crece cuando los actores armados hacen mayor presencia.

Niñas y niños se encuentran desescolarizados. Las mujeres se levantan muy de madrugada a lavar su ropa y la de su familia a la orilla del río. Los jóvenes juegan fútbol durante el día, descargan o cargan madera, cazan tortugas, babillas o pescan para el alimento de sus casas, otros son reclutados durante la noche.

Cientos de familias anhelan escapar de este entorno y construir una nueva realidad. Sin embargo, la ausencia de recursos y oportunidades, ocasiona que muchos jóvenes sean instrumentalizados por la guerra.

En este contexto, el acompañamiento del Hogar Compartir, principal gestor de múltiples acciones en beneficio de la comunidad, entre las que destacan la consecución del servicio eléctrico hace cinco años y su actual gestión frente a las organizaciones de apoyo comunitario, constituye una luz de esperanza para una comunidad que se aferra a sus sueños y sus deseos por construir un territorio digno y libre de violencias.

''La comunidad de Villa Rufina se aferra a sus sueños y sus deseos por construir un territorio digno y libre de violencias''

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