Una historia digna de contar

Hace seis años la vida me llevó a un paraje mágico en la parte baja de los Montes de María ubicado en el departamento de Bolívar. Esa población, por cierto, se conoce como María La Baja. Allí, un grupo de jóvenes y niños inquietos de una escuela de música folclórica querían conocer las raíces de un género musical ancestral llamado bullerengue.

En esa población, todos los años se concentran maestros y portadores de la tradición, en uno de los festivales de bullerengue más importantes del país. Así empezó a colarse a mis sentidos y a ligarse en lo más profundo de mis entrañas, el misticismo de esa herencia negra ligada a los golpes del tambor y a majestuosas voces cargadas de tonadas y lereos.

Recuerdo haber visto a una cantadora que era reconocida entre las más versátiles. Era Pabla Flores, “La Payi”, la hija de la matrona de matronas del bullerengue, la gran Eulalia Gonzales Bello “La Yaya”.

Todo el mundo bailaba los cantos de bullerengue de “La Payi”. Mis ojos veían a aquella mujer negra como a una deidad, todo era un jolgorio de tambores, una verdadera fiesta popular en esta población que desde tiempos inmemoriales, vive, siente y canta bullerengue.

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Los aportes y luchas de Pabla Flores, le han permitido ser portadora de la Medalla al Mérito Cultural y Patrimonio Vivo otorgada por el Ministerio de Cultura. Foto por: Corporación Buen Vivir

La gran galardonada durante ese festival, fue la maestra bullerenguera Pabla Flores. Locales y foráneos sin distinción, exaltaban su música, su historia, su carisma, su pasión y su capacidad para inducirnos en una especie de trance a través de su voz.

El tiempo pasó. En mi memoria quedó el recuerdo de aquella tonada en la potente voz de “La Payi”. Una noche, sin esperarlo, sonó mi teléfono. Era Harlan Rodríguez Torres, maestro, sabedor del bullerengue y gestor cultural de María La Baja, quien me invitaba a trabajar con Pabla Flores y a aportar desde mis perspectivas, como amante de la historia y como gestor cultural, en el posicionamiento y reconocimiento de la heredera del legado de Eulalia González.

Los caminos de la historia me llevaron a comprender el concepto de “maestro”, a través de la grandeza de una mujer, sabedora, hacedora, con sentido social, carisma y condición espiritual que contagia; una lideresa que encierra en su música, la esencia viva de lo cotidiano, que transmite la sabiduría de generaciones anteriores con su capacidad para contar historias, “historias de vida con olor a campo y sabor a bullerengue”, diría Pabla Flores.

La pasión por la tierra, la ancestralidad, el orgullo afrodescendiente, la capacidad para no sucumbir a la violencia, la locura para transmitir saberes y la sensibilidad, son elementos que convergen en un nivel espiritual con el bullerengue.

Pabla Flores, tras recibir el encargo de Eulalia González en su lecho de enferma, emprendió un camino por la salvaguarda de esta manifestación cultural. En aquel ritual de vida y transición de energías entre madre e hija, nació un sentir, una necesidad por perpetuar la tradición que dio origen a la Escuela de Formación Integral Eulalia González Bello, la primera escuela formal de bullerengue del país registrada ante el Ministerio de Cultura de Colombia.

La canción “Pa’ la escuela nene” de la autoría de González Bello, es premonitoria. En ella la recordada maestra aboga por la creación de una escuela en donde los niños aprendan desde la sabiduría popular y el bullerengue, como elementos de educación para la transformación social.

El resultado de esto, ha permitido que la vida y obra de Flores, la posicionen como la matrona y maestra de bullerengue más importante de la región en la actualidad.

La tradición, la energía y ancestralidad del género, la narrativa ligada a la vida, a la paz y a la tierra, la esencia de lo cotidiano que se plasma en tonadas y versos, pregones y lereos, la historia vinculada a una comunidad, a una raza que vive y canta, son componentes por los cuales, al día de hoy Pabla Flores y la Escuela de Formación Integral Eulalia González, promueven El Bullerengue como patrimonio inmaterial de la región y la nación.

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