El centurión de la noche: a 11 años de la muerte del Joe Arroyo, su música sigue más viva que nunca

Álvaro José “El Joe” Arroyo es a Colombia lo que Hector Lavoe a Puerto Rico; una leyenda inmortal que sigue viviendo en la memoria del Caribe y el mundo entero. 

El autor de canciones como “Tania”, “Rebelión” o “Centurión de la noche”, nació en Cartagena, Colombia, el 1 de noviembre de 1955. Sus inicios, semejantes a una epopeya grandilocuente, no fueron fáciles. Criado entre la miseria y el hambre que caracteriza a los barrios empobrecidos de “La Heroica”, supo desarrollar con sus recursos musicales, innatos y adquiridos, una forma única de cantar.

Tan macondiano como su propio destino, cuenta la historia que aquel niño de pies descalzos y corazón rebelde, insertaba un balde vacío sobre su cabeza y cantaba, no paraba de cantar. Decía él que de esta forma, había conseguido afinar su oído. 

Corría el año 1973. El Joe, quien se había curtido desde los 8 años cantando entre los bares de Tesca y coros eclesiásticos, ahora probaba suerte en Barranquilla, ciudad adoptiva que supo quererlo y mimarlo hasta el final de sus días.

En aquel entonces Isaac Villanueva, músico virtuoso que colaboraba para Discos Fuentes, conoció al Joe mientras este cantaba en Puerto Colombia. Enamorado de la melodía y los recursos musicales del artista cartagenero, Villanueva no tuvo más remedio que presentarlo a Julio Ernesto Estrada Rincón, “Fruko”, con quien grabaría hasta 1981. 

Lo que se conoce a entre los años 80 y 90 en la vida de Joe, es historia pura. Una catarata de éxitos abrumadores con los que se abrió al mundo entero, lo consagraría como uno de los genios más grandes de todos los tiempos, según Chelito de Castro, músico barranquillero que hizo delirar al Joe con el solo del tema “En Barranquilla me quedo”. 

En 1989, ya con 34 años, Arroyo estremecería al mundo con “El centurión de la noche”, obra maestra e himno predilecto de los pernoctadores y amantes de la juerga. 

“Yo soy un noctámbulo, a mi me gusta la noche, la noche se hizo para los bohemios y yo soy uno de ellos”, decía el Joe en entrevista con Ernesto McCausland mientras afinaba los detalles finales de la producción que lanzaría ese mismo año.

De aquellas intensas jornadas musicales registradas por el periodista barranquillero durante una de sus crónicas, nos queda el retrato vivo de la personalidad anancástica de un artista sensible y meticuloso. 

Sería su obsesión en los detalles y su impulso metódico, el que lo llevaría por todos los rincones del globo, contagiando a gringos y europeos con el compás de su ritmo y el timbre inédito de su voz.  

El éxito imparable del Joe lo llevó a ser parte de la Fania All Star, un grupo selecto que contaba con los mejores exponentes de la salsa alrededor del mundo. Personalidades de la talla de Jhony Pacheco, Celia Cruz y Tito Puente son algunos de los artistas que formaron parte del recordado grupo.  

Alguna vez en el Madison Square Garden durante un concierto realizado en octubre de 1994, el Joe, quien había compartido tarima con la reina de la salsa, Celia Cruz y otros artistas, se atrevió a cantar un ritmo distinto a aquel que había congregado más de 25 mil almas en la gran manzana. 

Claro, claro, muéstrame el camino claro // nos dio la luna, también el sol para darnos claro //. Así inicia la canción “a mi Dios todo le debo” con la que Arroyo desataría la locura entre la comunidad latina que veía en su “Joeson”, como él mismo apodó a su estilo musical, una propuesta única y disruptiva que lo cambiaría todo. 

Estimulado por sonidos caribeños y africanos, el Joe no paraba de experimentar. De ahí que la riqueza musical de su obra sea tan poderosa como vigente. Su música aún se escucha fresca, aunque ya han pasado más de dos décadas desde que realizara su último lanzamiento.

En Cartagena, ciudad —como suele ser— ingrata con el ídolo, su huella permanece. Durante las fiestas de noviembre, clásicos musicales como Ella y tú o su mosaico de música folclórica, nunca faltan. Entre los sucios callejones de Bazurto, el mercado de la ciudad, aún se escuchan las melodías más recordadas del artista que falleció hace ya 11 años, un 26 julio. 

Más de 300 composiciones musicales, 10 álbumes, noches de parrandas interminables, excesos desmedidos, drogas, alcohol, fiestas, genio, alegrías, tristezas y dolores, son algunas de las palabras que podrían ayudarnos a resumir desde esta suerte de añoranza, la vida de este gigante de la música universal. Sin embargo, en una forma semejante con la que Carlos Cuauhtémoc define al amor, creo que valdría la pena definir a Arroyo; porque resumir la vida de aquel cantante de sonrisa implacable, sería limitarlo, y el Joe, como es lógico imaginar, no tiene límites. 

Emilio Cabarcas

Comunicador social y periodista. CEO y Fundador de Cuatro Palabras. Experto en periodismo comunitario y desarrollo de iniciativas de innovación social.

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